A POR TODAS
Que Sánchez le ha visto las orejas al lobo es tan cierto como que se ha saciado de horrores. La penúltima jugarreta de su valido Redondo, aquella sin duda que terminó abriéndole definitivamente los ojos respecto a la calaña del Rasputín, fue aquella esperpéntica entrevista de los 21 ó 23 pasos con el presidente de Estados Unidos Joe Biden. Pocas veces he sentido tanta vergüenza ajena como aquella tarde, por más que Sánchez intentara enmendarla enumerando los temas que le había planteado en tan breve margen de tiempo al mandatario estadounidense, que, como una momia embozada avanzaba cual zombi con semblante indiferente junto a aquel tipo inoportuno y un tanto agobiante que le daba la matraca. Siempre nos quedará la duda de si sabía quién era o no, o si lo hacía a modo de venganza. Sea como fuere, conviene decir que fuimos muchos los españoles de bien que, en ese momento, hicimos causa con Pedro Sánchez. En ese momento, era nuestro presidente, el presidente de t