TEMA TABÚ


            Humildemente estaba convencido desde que la Monarquía española encabezada por Juan Carlos I se convirtió en tema abierto de par en par a los medios tras décadas de ser considerado tema tabú, que no había asunto inabordable en el mundo actual. Pero hete aquí que hace unos días, releyendo ese impresionante ensayo de Yuval Noah Harari, titulado De animales a dioses. Breve historia de la Humanidad –libro que, dicho sea de paso, debería ser lectura obligatoria en institutos y universidades –, en uno de sus capítulos finales, me encontré con unas cifras que me dejaron atónito.

            Reconozco mi ignorancia al respecto, pero leer que de los 56 millones de personas fallecidas en el año 2000 en todo el mundo, en tanto que las guerras causaron la muerte de 310.000 individuos y el crimen violento la de 520.000 (en total 830.000 víctimas; o sea el 1,5%), la cifra de muertos en accidentes de automóviles se elevó a 1.260.000 personas (o sea 2,25 % de la mortalidad total) y –aquí está el dato que me aterrorizó– la de suicidios alcanzó la escalofriante cifra de 815.000 (o sea, el 1,45%).

            No pude evitar pensar que se trataba de un error; que el autor, distraído, había colado un cero de más, o sea, que posiblemente se tratara de 81.500. Pero, inmediatamente Noah Harari introducía los mismos datos de 2002, y, en tanto que en la guerra fallecían 172.000 de los 57 millones de muertos ese año y  nada menos que 569.000 por causa del crimen violento (con un total de 741.000 víctimas), la cifra de muertos por suicidio se elevaba a 873.000 personas –es decir, 130.000 más que la suma de fallecidos en guerras y asesinados. 

            No convencido del todo, entré en Internet, y los datos que extraje no dejaron la menor sombra de duda al respecto. De 2000 hasta la actualidad, la cifra anual de suicidios en el mundo apenas ha bajado de los 800.000 (más que quienes fallecen por malaria, cáncer de mama o por la guerra o los homicidios); lo que arroja la horrible cifra de un suicidio cada 40 segundos, según la OMG. Nada extraño que esta auténtica plaga se considere oficialmente un “problema grave de salud pública mundial”, bien es cierto que tan sólo 38 países han desarrollado hasta ahora estrategias de prevención del suicidio.

            De susto en susto llego a España y me encuentro con unas cifras más que alarmantes: diez suicidios diarios. Lo que da unas sumas globales extraordinariamente preocupantes, en torno a los 3.500 suicidios anuales (cifra que se mantiene, con ligeras fluctuaciones, desde los años noventa, bajando paulatinamente hasta los años sesenta, en que no se sobrepasaban los 2.000). Lo que sí se mantiene es el porcentaje de hombres y mujeres suicidas (tres hombres por una mujer).

            Pensar que el número de suicidios supera en mucho al de los asesinatos, da que pensar, y no digamos saber que, en estos últimos años, el suicidio es la segunda causa de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años, después de los accidentes de tráfico; y la segunda causa de muerte, asimismo, entre las niñas adolescentes de 15 a 19 años (después de las afecciones maternas) y la tercera entre los niños (después de los accidentes de tráfico y la violencia interpersonal).

            La OMS, con miras a reducir la tasa mundial de suicidios, aconseja limitar el acceso a los pesticidas que, junto con el ahorcamiento y las armas de fuego, son el método más común de suicidio. Esta recomendación está resultando extraordinariamente positiva en países donde la han aplicado, como Corea del Sur y Sri Lanka. Otros modos de abordar el problema incluyen educar a los medios sobre cómo informar responsablemente sobre el suicidio, identificar a las personas en riesgo temprano y ayudar a los jóvenes a desarrollar habilidades que les ayuden a combatir el estrés de la vida. Pero mucho me temo que por España andemos demasiado preocupados por las cifras del Covid para atender otros azotes como éste.

 

Juan Bravo Castillo.   Domingo, 13 de junio de 2021

 

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