¿HACIA DÓNDE CATALUÑA?


          
  Lo ocurrido los días 6 y 7 de septiembre en el Parlamento de Cataluña a nadie medianamente informado ha podido pillarle por sorpresa, antes bien, era un choque anunciado en el que cada cual ha representado su papel en espera de que el Gobierno central saque la regla y ponga las cosas en su sitio.
   Todo previsible siguiendo fielmente la hoja de ruta preparada por Jordi Sánchez, ese cerebro, agitador, presidente de la Asamblea Nacional Catalana, que mantiene con pulso firme el secesionismo. Primero la Ley del Referéndum, después la Ley de Transitoriedad, después dejar que el Tribunal Constitucional las tumbe, para, a continuación, poner la pelota del lado de los independentistas convencidos y de los oportunistas al uso, que seguro que irán tomando la calle y armando la marimorena. Es pura táctica. Gentes que vienen preparando desde hace años lo que ahora se está poniendo, un tanto burdamente, es cierto, en escena, y haciéndonos a todos bailar a su son, es normal que hoy, 11 de septiembre, día de la Díada, nos tengan preparada otra desagradable sorpresa de las suyas con miras a ese primero de octubre en el que tan felices se lo pintan Rajoy, Sánchez y Rivera.
        Lo que, por encima de todo, asombra es que un pueblo tan sensato, laborioso y pragmático como Cataluña, haya llegado a esta lamentable situación, en la que se reproduce la del año 1936. Se ha sembrado odio a raudales –odio que tardará años en cauterizar–; odio entre amigos, entre familiares, entre hermanos; odios manipulados por unos políticos no sé si calificarlos de soñadores, de fanáticos, pero, indudablemente, también llenos de odio y de rencor, que sin duda les terminará estallando como nitroglicerina entre las manos. De momento han logrado escindir la sociedad catalana en dos bloques irreconciliables, y, valiéndose de ese perfectamente estudiado pacto de Esquerra, la antigua Convergencia –que hasta tuvo que cambiarse el nombre– y los fanáticos de la CUP, hacer valer su exigua mayoría para iniciar un procès que, a la hora de la verdad, ha resultado ser un trágala a la oposición constitucionalista; trágala en  el que vienen desempeñando un papel trascendental el presidente Puigdemont y la astuta Carme Forcadell, presidenta de la cámara, ambos bajo la mirada impasible del que espera coger la herencia del sacrificio de los primeros, el vicepresidente Junqueras.
     A la hora de escribir estas líneas, todo puede pasar, por más que la mayoría de los españoles y, por supuesto, ese cincuenta por ciento de catalanes que prefieren seguir con España y que callan porque los tienen acogotados, no estén por aventuras y revueltas callejeras. La situación a la que nos han arrastrados nuestros mediocres políticos de uno y otro lado no puede por menos de preocupar en un país que tantos sufrimientos viene pasando, ahora, justamente, que parecía que salíamos del túnel de la crisis. Hay problemas que los buenos gobernantes han de detectar con su olfato antes de que se produzcan e intentar resolver, pero, una vez producidos, como decía Cánovas, hay que atajar de lleno, sin mostrar la mínima flaqueza. Dejarlo todo en manos de la Justicia puede ser efectivo a la larga, pero el problema difícilmente se va a resolver de ese modo. La frustración que, de un lado y otro, se va a producir el 2 de octubre, exige política, diálogo entre todos los que estén dispuestos a dialogar, y, por supuesto, comprensión. Estos fanatismos nacionalistas no son más que rescoldos de aquella política ramplona del café para todos de la Transición. De aquellos polvos, estos lodos. Basta ya, pues, de jugar con cartas marcadas. Basta ya de luchas fratricidas. Experiencia nos sobra. Lo que falta es buena voluntad.

                            Juan Bravo Castillo. Lunes, 11 de septiembre de 2017     



Comentarios

Entradas populares de este blog

DIEZ AÑOS SIN BERNARDO GOIG

LA BRECHA SOCIAL

DESIGUALDADES Y POBREZA