EL MESÍAS





            Y, por si faltaba algo, el pasado lunes salía de la cárcel de Logroño el líder de la izquierda abertzale Arnaldo Otegi tras seis años y medio de reclusión por intentar refundar Batasuna, el brazo político de la banda terrorista ETA.
            No fueron veinte mil personas, ni siquiera dos mil los que acudieron a recibirlo como él hubiera deseado, sino simplemente doscientas –cifra altamente denotativa de que algo, por fortuna, se desinfla en el País Vasco–, pero, como es natural, las doscientas tenían perfectamente estudiado el ritual de exaltación del nuevo “mesías” de Euskadi, recibido a la puerta de la cárcel como Jesucristo el Domingo de Ramos a las puertas de Jerusalén, aunque sin flores ni ramas de olivo.
           Como suele ocurrir en estos casos, el ex preso no sólo no salió arrepentido, sino, lo que es peor, más enardecido si cabe –“Nos encarcelaron como independentistas y salimos siéndolo aún más”–, por más que sobre él pesen unos cuantos años de inhabilitación para todo cargo. Lo cual, desde luego, no es óbice para erigirse motu propio, con sus 57 años, y con su triste historial delictivo, en la gran esperanza del entorno proetarra con miras a alcanzar el puesto de lehendakari por Sortu en las próximas elecciones regionales vascas.
            Le faltó tiempo, por lo demás, para reiterar su condición de “preso político”, circunstancia que Pablo Iglesias, siempre al quite, se apresuró a ratificar desde Madrid – “Nadie debería ir a la cárcel por sus ideas”–, con lo que se cumple al pie de la letra aquello de “Dime con quien te juntas y te diré quién eres”, y a fe que los enemigos declarados de España lo están haciendo de manera harto inteligente, ante la pasividad de quienes todo lo fían a la autoridad de un Gobierno que lo único que ha venido haciendo es “verlas venir y dejarlas pasar”.
            Al más que preocupante panorama de la política española actual, sólo le faltaba, pues, la llegada de este “mesías”, especialista en soltar por la boca frases hirientes para cualquiera que se sienta español. Otegi, por ejemplo, se ha apresurado a decir que lleva como un peso en el corazón por esas madres que llevan haciendo 30 años la bolsa para la visita de las cárceles en el Estado francés y en el Estado español, pero pasa por alto a las centenares de familias que siguen acudiendo a los cementerios de toda España a llevar flores a las tumbas de los que vilmente asesinaron sus pobres compañeros.
            El personaje, perfectamente al día de la situación del país, sale hablando incluso de “casta”, término tomado de su rival político y electoral, lo que muestra por dónde van a ir los tiros de su acción política. No cabe duda de que Otegi nos va a proporcionar grandes jornadas a los que pulsamos la actualidad. Su objetivo está claro: seguir al pie de la letra las tesis y procedimientos de Esquerra Republicana de Cataluña, adoptando idéntico victimismo, y alcanzar el puesto de lenhendakari con la intención de declarar, como se dispone a hacer la Generalitat de Cataluña, la República independiente de Euskadi.
            Evidentemente estamos en un país de nacionalistas enloquecidos que, de la noche a la mañana, han surgido como setas (analizar el porqué nos llevaría muy lejos), pero de lo que no cabe la menor duda es que llevamos muy mal camino para contrarrestar estas fuerzas centrífugas que ellas sí saben lo que quieren.

                               Juan Bravo Castillo. Lunes, 7 de marzo de 2016
                   
                    










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