LA LACRA DE LA ECONOMÍA SUMERGIDA
Año tras año venimos oyendo la misma
sinfonía: si lográramos reducir esa lacra de la economía sumergida; si saliera
a la luz todo el empleo “negro” del país, nuestros males estructurales se
corregirían como por ensalmo. De ahí que el recién aparecido informe de la
firma Randstad señalando, por enésima vez, que la economía sumergida en España
alcanza ya el 18% del PIB, y que si el dinero “negro” correspondiente –en torno
a 180.000 euros– se recuperara, se podrían crear unos 3 millones de puestos de
trabajo y reducir un 60% el paro, nos suene a música celestial.
¿De qué sirven, me pregunto, los
informes si todo acaba en puras tautologías? ¿Qué ocurre a los sucesivos
Gobiernos españoles que, o bien son incapaces de agarrar el toro por los
cuernos, o simplemente optan por el “laissez faire, laissez passer”, mirando
hacia otra parte y permitiendo que, entre los que se llevan sus fortunas a los
paraísos fiscales por miedo a que aquí les aprieten las tuercas, y entre los
que timan literalmente al Estado y, de paso, al ciudadano honesto que paga
religiosamente sus impuestos, esto sea una merienda de negros, con perdón?
Estamos probablemente ante el mayor
mal endémico de la economía española, e incluso me atrevería a decir, ante el
mayor problema de España, puesto que, si se abordara con decisión, coraje y
medios, el paro quedaría en muy poco tiempo reducido a más de la mitad. Pero es
evidente que hay miedo, un miedo cerval a afrontar con decisión este problema,
posiblemente porque los “cerebros” de la Moncloa piense que, de abordarlo
decididamente, los empresarios acostumbrados a incurrir en esta estafa, se
apresurarían a cerrar sus empresas, dejando a los que tienen “trabajando” en la
calle, y empeorando de ese modo aún más la situación.
No de otra forma se puede
interpretar esta dejación endémica que al menos evita el tan temido estallido
social con esta horrenda cifra de casi seis millones de desempleados en España,
cifra insostenible, y más aún si tenemos en cuenta que cada vez son más los que
agotan su cobertura de desempleo, y, en teoría, hay más de dos millones de
hogares en los que no entra ni un euro.
Y uno, en su inocencia, se pregunta,
ya que no hay lo que tiene que haber para aumentar cuanto sea preciso el número
de inspectores de trabajo y, de paso, de jueces, para combatir estos males, ¿no
se podrían arbitrar medidas higiénicas para propiciar que los que viven en la
clandestinidad salgan a la luz paulatinamente facilitando a las empresas
fraudulentas modelos de contratación más adecuados, reduciendo la presión
tributaria, una desregulación y una intervención estatal mínima y poniendo en
práctica, en definitiva, mil y una medidas para atajar o paliar de una vez el
problema?
Todo antes de seguir mareando la
perdiz, viendo informes como este de Randstad que le hace a uno preguntarse
para qué puede servir si luego queda todo en agua de borrajas. Aquí como en
tantas cosas, la sensación es de impotencia, de atroz pesimismo, viendo cómo un
Gobierno deja al margen cuestiones fundamentales y se pasa meses debatiendo
sobre el sexo de los ángeles. Eficacia, señor Rajoy, para eso lo eligió el
pueblo, a usted y a los grupos parlamentarios. De lo contrario, seguirán la
impunidad y el lamento.
Juan Bravo
Castillo. Lunes, 1 de diciembre de 2014
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