EL AÑO DE LOS CORRUPTOS
El año que para Rajoy, con su visión
políticamente distorsionada de la realidad, fue el del inicio de la recuperación, para la inmensa mayoría de
españoles fue el de los corruptos, y así sin duda pasará a la historia de
España. Lo que ha salido a la luz y lo que, sin duda, y así lo esperamos, queda
por salir, no tiene parangón.
Por fin, en efecto, este año algo se
ha movido, en un momento en que hubo meses en que los escándalos emergían a
presión, semana a semana, hasta el punto de que empezó a extenderse el sentir
general de que si España estaba en ruinas, era porque unos centenares de
bribones se habían llevado el dinero a manos llenas y sin un ápice de pudor.
Ha sido preciso la presión popular y
la irrupción de “Podemos”, para que, de una vez por todas, se empiece a imponer
la Justicia (con mayúsculas), frente al sentimiento totalmente generalizado de
que había una justicia para los parias y robagallinas y otra para los ladrones
de guante blanco: los Mata, los Núñez, los Bárcenas, los Pujol, etc.
La coincidencia del retorno de la
pobreza en amplias capas de la población española, de los durísimos ataques del
Gobierno contra las clases medias, en tanto que los poderosos campaban por sus
respetos cebados aún más con la tremenda crisis, es lo que sin duda ha obligado
al poder judicial, casi siempre en manos del ejecutivo, a dar ejemplo, tomando
medidas que tan sólo hace un par de años habrían resultado impensables.
¡Quién nos iba a decir que
personajes carismáticos de la talla de Ortega Cano, la Pantoja, Fabra, Mata,
Núñez, Bárcenas e incluso presidentes de fútbol como el del Sevilla iban a dar
con sus huesos en la cárcel tras infinitos recursos, súplicas y escritos
pidiendo indulgencia y perdón, argumentos que hasta hace poco funcionaban a la
perfección!
¡Quién nos iba a decir que
personajes de la alcurnia de Urdangarín, el yernísimo, o la mismísima infanta
de España, Cristina de Borbón, o grandes jerarcas como Blesa y Rato, estarían a
estas alturas al pie del banquillo de los acusados como un delincuente más,
pese a las presiones!
Queda, sin embargo, mucho por hacer,
pese a la actitud contundente y sin complejos de Felipe VI en su discurso de
Navidad. “Cortar de raíz y sin contemplaciones la corrupción”, sí, pero también
hay que acabar radicalmente con los indultos a los que tan aficionados se
mostraron los últimos Gobiernos, con la tolerancia que permite que cacos y
malandrines pasen la Navidad con su familia, etc.
Aquí, el que la hace la ha de pagar,
y pagar es eso, “pagar hasta el último céntimo de culpa”. Aquí hay que exigir
la devolución de los robos y saqueos antes de iniciarse los juicios. Aquí hay
que exigir transparencia absoluta, y si acaso se practica alguna que otra
concesión o indulgencia, que ahora sea con los robagallinas y similares. Las
cloacas del Estado han de quedar limpias en lo sucesivo, y eso exige rigor,
exigencia, implacabilidad y, sobre todo, mecanismos de control y vigilancia. Ya
basta de burlas y demás zarandajas de los que pensaron que España era su finca.
Eso es lo que, de momento, exige la ciudadanía, y menos triunfalismos, señor
Rajoy, porque a mí, sinceramente, me daría vergüenza subir media doce de euros
a los menesterosos y sacar pecho. Feliz 2015.
Juan Bravo Castillo. Lunes, 29 de
diciembre de 2014
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