¿HASTA CUÁNDO RUBALCABA?
El panorama, tras la última encuesta
del CIS sobre la intención de voto no puede ser más desalentador para el
Partido Socialista, al tiempo que asiste atónito al ascenso de un punto y medio
del Partido Popular después de la política demoledora que viene practicando en
una España en estado preagónico. Vivir para ver.
Pero incluso los hechos más
inexplicables tienen una explicación y, en este caso, no hace falta ser un
lince para encontrarla. La clave del desastre socialista se llama Alfredo Pérez
Rubalcaba, un hombre inteligente, avezado, pero que, como le ocurriera antaño a
Anguita y a tantos otros, se le pasó el tiempo, su tiempo. ¿Qué necesita un
político para cerciorarse de que el electorado no lo quiere, de que él es el
obstáculo para que el partido que representa se haya quedado clavado como la
mujer de Lot? ¿Más todavía? A nadie sensato se le oculta que la noche del
descalabro electoral frente a Rajoy le debió de faltar tiempo para presentar su
dimisión inquebrantable. Pero él, confiando siempre, y en eso es igualito que
Rajoy, que el tiempo se encargaría de remediar sus males, en la medida en que
las decisiones suicidas que tenía que adoptar el partido vencedor fueran
laminándolo y haciéndole subir a él en la estima del electorado de izquierdas
que en cantidades masivas se había quedado en su casa el día de las elecciones,
se encastilló ganándole tiempo al tiempo.
La realidad, sin embargo, una vez
más ha demostrado ser tozuda y cruel, tanto que, después de dos años viendo
cómo el barco seguía hundiéndose, sorprendentemente, para él, no sólo no ha
subido en la estima del electorado, sino que incluso ha bajado hasta límites
inauditos, demostrándonos que todo es susceptible de empeorar.
Pocos períodos más tristes y
lamentables en la historia del socialismo español que estos dos años,
atrincherados en el Congreso de los Diputados, soportando el pedrisco lanzado
por la bancada de derechas cada vez que la portavoz Soraya Rodríguez o el
propio Rubalcaba abrían la boca. Evidentemente eran voces no autorizadas.
Impermeable y refractario a la
oposición generalizada, Rubalcaba no sólo ha rehusado poner su cargo a
disposición del Partido, convocando un congreso capaz de buscar un sustituto
con garantías y sin tacha, sino que también, pese a sus esfuerzos, ha fracasado
a la hora de elaborar un proyecto alternativo y sugerente capaz de ilusionar y
de sacar a España de esta miseria a la que la han llevado la miopía de Zapatero
y la política quirúrgica de Rajoy, cortando a trozos el Estado de bienestar que
tantos años costó labrar y que tanta envidia despertaba en nuestro entorno.
Ahora, atosigado por las encuestas y
por los cada vez mayores apremios de los que aguardan su oportunidad, incluida
la neófita Susana Díaz, Rubalcaba, escasísimamente generoso, da un paso al
frente tratando de ganar tiempo al tiempo con la Conferencia Política de este
fin de semana, de la que poco podemos esperar dado el estado de las cosas,
salvo que, de una vez por todas, se ponga una fecha a las primarias.
Y es que si hay algo que urge es
sacar aunque sea a escobazos a los que permanecen aferrados a su cargo,
apegados a sus buenos emolumentos, burocratizados y esclerotizados. Ya que, de
no ser así, sin amplias dosis de generosidad e inteligencia, y de no acabar con
el capillismo y los cabildeos, se corre el riesgo incluso de empeorar aún más
la situación hasta ver cómo Izquierda Unida acaba superando al viejo PSOE,
víctima de su incapacidad de renovación. La solución ni es López, ni Chacón, ni
Madina, ni Page, que no pasan de penenes, sino alguien que aún esta por salir.
Juan Bravo
Castillo. Domingo, 10 de noviembre de 2013
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