CLAUDICANDO
Que politiquillos de escaso
plumaje y currículum vulgar, como el holandés Jeroen René Victor Antón
Dijsselbloem, de 47 años, por muy presidente del grupo de ministros de Finanzas
de la Zona Euro
que sea, venga a darnos más caña a los españoles en vez de tendernos una mano
para salir del callejón sin salida en el que nos encontramos, pone plenamente
de manifiesto el tremendo error que cometimos confiando nuestro destino y el de
nuestros hijos a una congregación de mercaderes y mercachifles bancarios al
servicio del Gran Capital alemán, empeñado en sojuzgar a los pueblos de Sur, a
quienes no da otra alternativa que la de pagar lo que debemos, “trabajando más
duro y hasta más tarde”, o sea, hasta echar el bofe.
Es
insultante, desde luego, cuando no humillante, que personajillos llegados a la
cúspide del poder europeo merced a los azares y vaivenes de la política
tortuosa y seguramente lampista más vulgar, como suele ocurrir por esos lares,
vengan a la Moncloa
a darle instrucciones a ese buen hombre de Rajoy, cuya sumisión aterra, en el
sentido de seguir apretando las tuercas a un pueblo ya tullido, humillado,
vejado y harto hasta extremos inauditos. Visitas que nos parecen no sólo
aberrantes, sino de una osadía sin límites.
No
cabe duda que este personaje de nombre impronunciable (“deiselblum”) sabía que
se las tenía tiesas con un manso, porque, de lo contrario, se habría guardado
bien en venir con tal lenguaje y tales propuestas. Duele, qué duda cabe, que un
jovenzuelo, que por no conocer no conoció ni el Mayo del 68, procedente de un
país que se limitó a decir a los nazis “pasen ustedes y llévense lo que quieran”,
venga, en plan mandamás, el pasado lunes a la Moncloa a exigir, por
nuestro bien, claro, abaratar aún más los salarios, los despidos y las
prestaciones por desempleo, y no tardara en salir de allí cinco minutos con el
rabo entre las piernas, lo que demuestra hasta qué punto Rajoy y su Gobierno
han claudicado en su política y se sitúan definitivamente en manos de esta
calaña sin alma ni sentimientos que está arruinando el sur de Europa en
beneficio del Norte, y sumiéndonos en un socavón del que tardaremos lustros en
salir. ¡Qué fiasco!
Porque
lo que está claro es que podemos renunciar a toda esperanza de que esta banda
de tecnócratas nos termine echando una mano amable –que no sea al cuello– para
superar un tremendo problema, el del paro, que no ha hecho más que incrementarse
en tres años por culpa de sus políticas restrictivas y superausteras de ajuste
y tijera, tijera y ajuste; políticas que hasta el último de la clase sabe que
son nefastas e inadecuadas y no hacen más que empeorar las cosas, provocando
cierres de empresas, como la antaño floreciente de Fagor, y dejando a miles de
obreros fuera del sistema, excluidos, sin esperanza ni posibilidades, ruinas
humanas, y todo porque en vez de apuntarse a un partido político como
Dijsselbloem para hacer carrera, optaron, humildemente, por trabajar en una
fábrica, en una mina o en una humilde empresa. ¡Qué vergüenza!
Se
entiende que, con su mordaz ironía, Miguel Ángel Aguilar, en su “telegrama” de la Ser , el pasado lunes,
aludiendo a esta nueva agresión a los trabajadores españoles, que, como todos
sabemos, trabajan más y cobran menos que los alemanes, suecos, etc., en tanto
que los nuevos ricos el sistema ganan más y trabajan menos que sus
correspondientes alemanes, suecos, etc., se lamentara amargamente de que
nuestros dirigentes comunitarios definitivamente se hayan resignado a “achinar”
Europa, renunciado a “europeizar” China. Unas políticas que, en sus propias
palabras, “nos llevan a descubrir la sociedad de consumo sin consumidores”.Lo
que digo, claudicando.
Juan Bravo Castillo. Domingo, 3 de
noviembre de 2013.
Comentarios
Publicar un comentario