ALGO MÁS QUE UN PARTIDO


                                       
 

            Lo que hoy se dirime en el Camp Nou –todo así parece indicarlo– es algo más que un partido de fútbol entre los dos clubs más poderosos, posiblemente, del mundo. Tradicionalmente, los encuentros entre el Barcelona y Madrid se caracterizaron por su morbo, pero nadie puede negar la evidencia de que, de un tiempo a esta parte, más que fútbol, lo que se representa es un estado de enfrentamiento que va mucho más allá de lo estrictamente deportivo, como si el Real Madrid fuera el representante de un viejo régimen opresor al que hay que desbancar como sea. Y así, lo que debería de ser una práctica deportiva que hermanara a dos pueblos de insigne tradición, se ha convertido, por obra y gracia de los odios ancestrales de unas docenas de miles de fanáticos, en una auténtica ceremonia de la confusión.
            Nada extraño que ese caldo de cultivo hoy pretenda ser utilizado por los independentistas, soberanistas y demás núcleos secesionistas, en una segunda diada, aprovechando que estos partidos son vistos hasta en el último rincón del planeta. Sabíamos que el Fútbol Club Barcelona, pese a los millones de simpatizantes de fuera de Cataluña, era un reducto de lo antiespañol –algo más que un club, que decía Gaspar–. Lo cual no fue óbice para que, durante décadas, se guardaran las formas. Laporta, el anterior presidente, fue el primero que se quitó la careta para encaramarse al Parlamento de Cataluña. Su sucesor, y actual presidente, Sandro Rosell, en un principio asumió el tinte moderado propio de la institución, reiterando que en modo alguno mezclaría deporte y política, hasta que, presionado –lo de la presión independentista es puro chavismo a estas alturas –, asistió a la manifestación de la diada, el 11 de septiembre, y la faltó tiempo, un par de semanas después, para situarse, oportunista como él solo, en las filas secesionistas, con ese fulgor de los neófitos que de repente parecen haber encontrado la Tierra Prometida.
            Lo que se pretende hoy es dar una vuelta más de tuerca en el exacerbamiento general, en el convencimiento de que todo es bueno para el convento. Una señera enorme dará la vuelta al estadio y determinados eslóganes declaradamente antiespañoles se harán públicos, retrotrayéndose a los olvidados, menos para ellos, tiempos de Franco, y a los crímenes perpetrados por éste contra el pueblo catalán, olvidando que fue el propio núcleo catalán fascista, en el que figuraba el eximio Eugenio D´Ors, el que propició tales fechorías.
            Nos gustaría, y de qué modo, ver qué pasa por la cabeza de jugadores blaugranas no catalanes, como Iniesta, Pedro o Villa, por no citar más que tres ejemplos, al comprobar cómo son víctimas de una manipulación sin precedentes en la historia del balompié. Y, desde luego, no nos gustaría estar en la piel de los jugadores del Real Madrid, convertidos en enemigos declarados, símbolos de la opresión, objetos del más puro escarnio, cuando lo cierto es que se trata de jóvenes futbolistas de altísimo nivel que lo que pretenden es simplemente jugar al fútbol y deleitar a los amantes de ese deporte, lejos de las fantasmagorías de los que se empeñan en hacer de este deporte un instrumento más de autoafirmación como hicieran los nazis, cuando lo cierto es que catalanes, lo que se dice catalanes, no llegan a la mitad del equipo.
            Confiemos, de todos modos, en que, al menos, se imponga la cordura de la mayoría y el partido pueda jugarse con normalidad, aunque mucho nos tememos que tengamos que soportar el escarnio exacerbado al que nos van teniendo acostumbrados los eternos manipuladores, para quienes, lo de menos, es el resultado.
                                    Juan Bravo Castillo. Domingo, 7 de octubre de 2012  

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