ODIO AFRICANO
Lo que estamos viviendo estos días es un lamentable remedo de lo acaecido en España en los años treinta, en los que el odio entre españoles alcanzó tales cotas de virulencia que no pudo por menos de asombrar al mundo entero. Odio entre castas, entre vecinos, entre hermanos y parientes, simplemente por no pensar del mismo modo. Un odio que se retroalimenta y que hace imposible toda posibilidad de convivencia y concordia. Decía en 1936 Niceto Alcalá Zamora, presidente de la República española, que el problema de España no era estructural, ni social, era histórico, como un volcán que se había ido cargando desde tiempos inmemoriales, y que necesariamente tenía que estallar al menor pretexto. Las dos Españas, enfrentadas desde siglos atrás, tenían que verse definitivamente las caras, como esos dos personajes esperpénticos de Goya que un día se dan cita en la playa, cada uno con un bastón, y, enterrados hasta la rodilla, s