EL SILENCIO DE LOS CORDEROS
El interregno electoral está siendo
grato, y de qué manera, a los que, provistos de excelentes abogados y poderosos
apoyos, tratan de eludir la acción de la justicia, valiéndose de la proverbial
lentitud de los jueces.
Una vez visto que la corrupción,
sorprendentemente o no, no ha hecho mella en los votantes del Partido Popular,
no me cabe la menor duda de que el suspiro de alivio tanto en los políticos de
la derecha española como en los que utilizaron la política para, literalmente,
forrarse, ha sido de consideración.
Creo, sinceramente, que el triunfo
electoral y la posibilidad de que Rajoy pueda revalidar gobierno, necesariamente
ha debido suponer un respiro a los Bárcenas, los Rato, los Blesa, los Conde,
los Undargarin y, cómo no, los Pujols y
su estirpe de pujolitos, que a saber qué tejemanejes andan urdiendo en estos
momentos con las altas instancias, ellos tan expertos en envolverse en la
bandera de Cataluña para enmascarar sus felonías.
Que personajes de esta calaña anden
sueltos por las ciudades y pueblos de España mientras delincuentes de tres al
cuarto se pudren en prisión, es para caérsele la cara de vergüenza a nuestros
gobernantes. Y es que a nadie se le oculta, a estas alturas, la destreza de
nuestros gobiernos, primero para eludir los efectos nocivos de tanto choriceo
–véase su insistencia a la hora de sacar el ventilador hasta terminar haciendo
creer, a los que se dejan engañar, que todos somos igual de miserables–, y
segundo con sus sutiles maniobras procurando convencer a su electorado que han
hecho todo lo posible por erradicar la corrupción cuando la suciedad sigue
saliendo a borbotones –como ocurriera ayer mismo con otra redada global, la
“Operación Térmyca”, que ha afectado nada menos que a 23 ayuntamientos de
diversos puntos del país, principalmente de Cataluña, Madrid y Baleares.
Ha sido, qué duda cabe, una
auténtica obra de ingeniería salvar una situación que auguraba lo peor, por más
que el PP tuviera la certeza de que nada como un electorado fiel,
tradicionalista, amante de orden y nostálgico de las esencias. Incluso en
Valencia donde la corrupción no dejó títere con cabeza llevándose por delante
corporaciones enteras, y donde, sólo gracias al esfuerzo de verdaderos titanes,
se consiguió que delitos tan graves como el del accidente del metro de Valencia
se pusieran al descubierto, han conseguido salir de rositas. Ya digo, una
auténtica obra de ingeniería.
La realidad es tozuda y España, en
esto como en tantas cosas, es diferente. Confesaba una señora a otra, en un
restaurante, que había votado al Partido Popular aun consciente de que robaban,
y es que, hasta eso, sabían hacerlo bien. Tiene gracia. No cabe duda de que es
la misma mentalidad de aquellos que hasta hace poco aplaudían a quienes eludían
al fisco sin darse cuenta de que nos estaban robando a todos.
¿Creen ustedes de verdad que un día
veremos entre rejas a los que con tanta inverecundia han esquilmado España?
¿Creen que Rajoy tendrá bemoles para suprimir los indultos por donde muy bien
podrían escaparse los Undargarines y compañía? Pasarán los años y seguiremos
viendo, como ocurriera con el insigne Fabra, a estos truhanes de guante blanco
burlar la justicia para escarnio de los hombres de bien, de esos mismos que
pagan religiosamente al fisco y con su sudor contribuyen a mantener las arcas
del Estado. Espero que al final, en su borrachera de poder, los nuevos padres
de la patria no lleguen a emular a Fraga gritando aquello de que “la calle es
mía”.
Lunes, 11 de julio
de 2016. Juan Bravo Castillo.
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