EL SHOW QUE NO CESA
Resulta doloroso asistir día tras
día a la pantomima perfectamente planificada desde el Gobierno catalán para
acabar logrando la tan ansiada, para ellos, separación de España. Todos y cada
uno de los movimientos del Estado central los tienen –o al menos tal es la
sensación– previstos de una forma milimétrica, hasta el punto de que uno tiene
la impresión de hallarse ante el ratón que juega con el gato.
Todo es bueno para el convento,
piensan los ganadores de las pasadas elecciones autonómicas, en especial el
empeño, por parte del Gobierno de Rajoy, de que sean los Tribunales los que se
encarguen de resolver el arduo problema al que estamos abocados. Judicializar
el problema catalán no es más que darle
alas al bien estudiado victimismo, al que tantísimo rendimiento están sacando,
prolongando indefinidamente un agravio que luego, inevitablemente, queda
convertido en agua de borrajas.
Buen ejemplo de ello lo tenemos en
el inaudito espectáculo montado por los tres imputados a raíz de la querella
que presentó la Fiscalía por el referéndum alternativo, por el que se acusa de
delito de desobediencia, prevaricación y malversación de fondos públicos a
Artur Mas, a la que fuera consejera de Educación, Irene Rigau, y a su
vicepresidenta a la sazón, Joana Ortega, procedente de Unió.
La organización ha sido fastuosa; un
auténtico desafío a los jueces del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña y,
de paso, al Estado. Quinientas personalidades relevantes de la Autonomía, entre
ellas casi todos los miembros de la Generalitat,
incluido el propio consejero de Justicia, para arropar a la señora Rigau, y,
por la tarde, otros trescientos, para arropar asimismo a la señora Ortega. Todo
un desafío del tipo “solo ante el peligro”, por más que, en este caso, fuera
“todos unidos frente al peligro”.
Pero si ese montaje del día 13 no
tuvo desperdicio, el del día 15 con Artur Mas apoyado por sus cuatrocientos
alcaldes independentistas, vara de mando en mano, ha superado todo lo
imaginable, demostrándonos, y de qué manera, la organización, y el tiempo
libre, de esta gente, su decisión, su modus
operandi más que eficaz, sin reparar en medios, ni dinero, por algo tienen
la sartén catalana cogida por el mango, y la sagacidad de los que mueven sus
peones de tal modo que andan siempre muchos metros por delante del Gobierno de
Rajoy, que justo es reconocerlo, en el affaire
catalán, está actuando con la misma torpeza con que lo hiciera en su día la
Armada Invencible frente a las costas inglesas.
Con esta inoportuna imputación,
convertida, como hiciera Sartre, en puro acto propagandista por los partidarios
de la secesión, lo único que va a ocurrir es que el CUP acabará apoyando la
investidura de Mas, y los miles de votos que les faltan para lograr la mayoría
que no consiguieron en la elecciones pasadas, terminarán obteniéndolos gracias
a la espiral de victimismo transformado ya en veneno contagioso que cada vez se
asemeja más a lo que cuenta Ionesco en su célebre drama absurdo Rinoceronte.
Cada vez que actúa –o no– Rajoy, la bola de nieve crece y crece, y no
es aventurado, ya a estas alturas y visto lo visto, afirmar que de revalidar su
cargo en diciembre, la escisión de Cataluña se convierta en asunto inevitable
si no se recurre a medidas expeditivas, lo que supondría un auténtico drama
para España. De ese modo, el político que salvó a España de la quiebra, se
tornaría en el político que, por su inaudita torpeza, no supo evitar la
secesión de Cataluña. Eso sí que sería pasar a la Historia.
Juan
Bravo Castillo. Lunes 19 de octubre de 2015
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