LA TRAMPA DEL LIBERALISMO
Los golpes de pecho de los líderes
del Partido Popular desde la célebre noche de la debacle electoral son dignos
de análisis. Se ha apuntado a todo menos a la verdad. Y es que las cosas no
ocurren porque sí. En Historia todo tiene su explicación. Y la política de
Rajoy desde que llegó al poder, por más que se empeñe en decir que no había
otra alternativa, tenía necesariamente que desencadenar la hecatombe a la que
hemos asistido. Populares irritados del saqueo de las arcas constituidos en un
nuevo partido en torno a Albert Rivera, prestos al regeneracionismo; y, por
otra parte, el lógico despertar de la izquierda radical en torno a un grupo de
líderes universitarios perfectamente potenciados por la televisión. El fenómeno
Podemos, forjado en la Puerta del Sol, halló un perfecto caldo de cultivo en
los cientos de miles de excluidos por el sistema tras la canallesca reforma
laboral, en los hastiados del sistema, en una juventud perdida y en decenas y
decenas de miles de viejos marxistas descarriados.
La política del Partido Popular, con
la excusa de que Zapatero había dejado el país en la ruina, se aprestó a asumir
las coordenadas de un sistema básicamente injusto e irracional, un liberalismo sui generis, cada vez más extendido
desde que el poder omnímodo de la economía norteamericana campa por doquier sin
las cortapisas que durante décadas le puso la Unión Soviética, y con China
totalmente vendida al capital.
Lo que hemos visto a lo largo de
estos siete años podrá, por qué no, haber evitado la catástrofe económica, pero
la realidad es que pocas veces hemos asistido en nuestro país a una aberración
social semejante; nunca como ahora el pez gordo ha engullido al pequeño; nunca
la injusticia ha campado por sus respetos como hemos visto; nunca la miseria y
el paro habían proliferado de ese modo; nunca la juventud se había visto
amenazada de ese modo; nunca la clase media había alcanzado tal grado de
anemia. Bajo el noble dictado del liberalismo se han cometido auténticas
atrocidades y bajo ese precepto se ha generado una selecta lista de vencedores,
tipos enriquecidos de la noche a la mañana que se han movido como peces en el
agua gracias a la especulación y los paraísos fiscales.
Un sistema peor que el colonialista.
Y para quienes me acusen de demagogo, no tienen más que ver el informe recién
aparecido sobre la Riqueza en el Mundo publicado por Capgemini y RBC Wealth
Management. Si en España había en torno a 125.000 grandes fortunas antes de
estallar la crisis, en cinco años hemos pasado a 178.000, es decir, 53.000 más, o
sea un aumento del 40%. Lo que pone de manifiesto aquello que decía Samuel
Beckett acerca de las lágrimas y la risa en el mundo. No hay mal que por bien
no venga.
Puede que Rajoy y los
suyos nos hayan sacado de la bancarrota, pero ¿a costa de qué? ¿De gobernar
para unos pocos? ¿Qué nombre puede recibir una política que empobrece a grandes
bolsas de población de forma acelerada en tanto que genera un autentico
ejército de depredadores y carroñeros que se alimentan del dolor ajeno? Ésa es
la auténtica realidad. Los innumerables corruptos pueden haber ocasionado un
mal inimaginable al Partido Popular, como muy bien argumentaba Rajoy el pasado
jueves, pero mucho mayor ha sido la equivocada política que ha hecho recaer
sobre los hombros de las clases bajas y medias el sufrimiento dictado desde
Bruselas, en tanto que 50.000 sujetos sin escrúpulos se enriquecían impunes como
ocurre en las guerras.
Juan Bravo Castillo. Lunes, 22 de junio de 2015
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