EL “FENÓMENO” PODEMOS

         
 
            Como todo fenómeno televisivo, Podemos, nacido en una coyuntura especialmente delicada no sólo por la profundísima crisis de la que no acabamos de salir, sino también por la honda descomposición de los partidos tradicionales, que llevó a considerar a la clase política como el problema más grave de la sociedad, ha dejado de ser, hoy por hoy, el tremendo problema que la derecha española se temía.  
            Con las elecciones europeas, Pablo Iglesias y los suyos parecía que iban a comerse el mundo y eso los puso en el ojo del huracán. Lo ocurrido en las elecciones municipales de mayo ha marcado un punto de declive, cosa de la que ellos son conscientes, por más que aseguren soñar con la Moncloa. 
            Sus números, con todo, son para tenerlos muy en cuenta: el 20% del electorado en una de las últimas encuestas, no es para despreciarlo ni mucho menos; tanto como el 10% de Ciudadanos. Pero la realidad es la que es. El arte de la política exige mucha mano izquierda, mucha humildad y mucha sabiduría, como han puesto de manifiesto, entre otros, la flamante alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, o la de Barcelona, Ana Colau, auténtico ciclón televisivo, y mujer de gran porvenir político.
            Pero, paradójicamente, los padres fundadores de estos movimientos reivindicativos, el citado Pablo Iglesias y sus acólitos en especial, no terminan de cuajar, o de convencer, como suele ocurrir con todos aquellos mitos que nacen avasallando, exhibiendo un calvinismo intolerante y que parece que se van a comer el mundo, cuando ni tan siquiera han vivido el mínimo indispensable.
            Los que hemos pasado media vida en la Universidad no somos ajenos a este tipo de individuos de lengua fácil, muy intolerantes por lo general, que un día descubren cuatro verdades en los libros de texto con las que encandilan a su entorno, y así empiezan su mesianismo, olvidándose del viejo dicho del que salió en busca de un reino y volvió con una burrilla, y del que, por el contrario, salió en busca de una burrilla y volvió con un reino.
            Sinceramente, individuos como Iglesias, con su autosuficiencia, su prepotencia, incapaz de reconocer ninguna otra ley que no sea la suya propia, me dejan helado, me dan miedo, sobre todo por su poder seductor sobre los que necesitan, urgentemente, agarrarse a un clavo ardiendo para recobrar la esperanza que les arrebataron.
          Son especialistas en imponer puntos, pero negociar con ellos debe ser un auténtico calvario, por su falta de modestia y espíritu de diálogo, por su falta de cintura, como se empieza a ver en Grecia con Alexis Tsipras, quien, por culpa de sus promesas desmedidas al electorado, se ve hoy día entre la espada y la pared.
            No creo exagerar si digo que el “fenómeno” Podemos durará lo que dure el estado de degradación provocado por los funestos políticos que han conducido la nave del país estos últimos ocho años. De cualquier modo, el terror de Rajoy, desbocado estos días con su nuevo hombre de confianza Pablo Casado, no cesa al comprobar que, de no dar un giro sustancial a la situación –y para eso hace falta más que palabras– la suma de los votos de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en las próximas elecciones generales, podría muy bien llevar a la presidencia del Gobierno al líder socialista, circunstancia que su partido nunca le perdonaría. Así, pues, cuidado con el boomerang, señor Rajoy.

                        Juan Bravo Castillo. Lunes, 29 de junio de 2015

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