SIN LEVANTAR CABEZA


           

              Es evidente que en España llueve sobre mojado y los motivos para el optimismo en este inicio de 2014, por más que se programen campañas para animar al personal, brillan por su ausencia. Los casi 120.000 trabajadores que acaban de ingresar en las listas del paro durante el mes de enero, por más que se quiera edulcorar el número con los argumentos de rigor, contradicen, y de qué manera, el clima de exaltación vivido por el PP en su Convención del pasado fin de semana, o las palabras del rey Juan Carlos en su reciente discurso ante los embajadores.
            Todo ello redunda en un clima de progresivo desánimo del pueblo que ve cómo sus incapaces gobernantes dan palos de ciego, mientras cerca de 6 millones de seres desalentados ven grabadas sobre su frente el lasciate ogni esperanza de la puerta del infierno, conscientes de la sima que les separa de los agraciados que tienen un empleo y, por consiguiente, un proyecto de vida. No se puede vivir, señores políticos, de slogans, que todos repetís hasta acabar creyéndooslos, o pendientes del voto, y esperando que la situación se soluciones per se, o sea, por aburrimiento, por azar o por motivos extrínsecos, como viene ocurriendo con la prima de riesgo.
            Lo vengo repitiendo, falta grandeza de miras –como las que demostró el pasado domingo Felipe González ante un patético Artur Mas–, falta competencia, carisma y, sobre todo, medidas eficaces y valientes. Cualquier país serio, ante una situación de extrema gravedad como la que arrastramos en España desde 2008, hace tiempo que habría optado por un Gobierno de concentración, un pacto nacional o una mesa decisoria en la que estuvieran representadas todas las fuerzas vivas del país, con miras a sacar del marasmo a esta España que hace no menos de seis años presumía de ser la China de Europa.
            No se puede seguir con el “tú más” y el “tú peor”, cuando nos hallamos con el agua al cuello, un país cada vez más envejecido, más abatido y con unas cifras intolerables de paro. Nada extraño las valoraciones paupérrimas obtenidas por nuestros políticos en el último barómetro de enero, con un Mariano Rajoy hundido en el noveno puesto de la lista de líderes políticos, con un miserable 2,22. Con la particularidad de que ni uno de ellos llega al 5, ni líder, ni ministro, habiendo casos en el gabinete ministerial, como los de Gallardón, Ana Mato, Montoro y Wert, ante los que uno no puede menos de sonrojarse, aunque ellos, como los pésimos estudiantes, permanecen impasibles ante la retahíla de suspensos y ni dimiten ni hacen nada para salir adelante.
            El tiempo que hemos perdido con medidas ineficaces o incluso contraproducentes –como la Reforma laboral de la ministra Báñez–, y eludiendo todas aquellas que podrían haber sido eficaces para reducir nuestra altísima y progresiva deuda pública: sueldos y prebendas desmesuradas de los políticos, privilegios, coches oficiales, etc., amén de establecer una fiscalidad justa, sacando a flote el dinero negro y combatiendo los paraísos fiscales, nos ha llevado hasta donde estamos, con la particularidad de que, contra lo que los optimistas piensan, todo es susceptible de empeorar.
            La impresión de asfixia y absoluta desesperanza en amplísimos sectores de la población, tan evidente cuando uno se mueve por las ciudades de España sin la venda ni la careta con las que muchos salen cada mañana para no ver lo que no quieren ver, es algo insoportable, y aún más cuando contempla uno a personajes como el ministro Montoro, tan ufano, tan satisfecho de sí mismo, como si en España volviera a amanecer.


                             Juan Bravo Castillo. Domingo, 9 de febrero de 2014  

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