LA ALEGRÍA DE VIVIR
Si algo nos ha enseñado la pandemia es el valor de la vida y la libertad. Cómo no acordarse de aquellos tres meses claustrofóbicos de 2020, encerrados a cal y canto en nuestros hogares, separados de nuestros parientes cercanos, asustados con las noticias lúgubres que puntualmente nos ofrecían los telediarios, echando tanto de menos el campo, la playa y la montaña, dejando pasar uno a uno los días, las semanas, los meses… Fue todo tan inesperado, tan difícil de soportar, con aquellas mascarillas que hasta entonces sólo se las habíamos visto a los orientales. Con todo, nos considerábamos afortunados de disponer de una casa donde poderte mover a gusto. A diario, sin embargo, pensábamos en esas familias de cinco o seis miembros obligadas a vivir en sesenta, ochenta o noventa metros. Para ellos, esos meses debieron de quedar grabados a fuego en sus conciencias, viéndose constantemente como los personajes de A puerta cerrada de Jean-Paul Sartre, desprovisto de su intimidad, con