LO EXCESIVO
Lo excesivo parece tornarse en norma hoy día, como si ésa fuera la única forma de vender. Excesiva fue la brutalidad puesta de manifiesto por los independentistas en Cataluña la pasada semana –y lo que preparan para ésta–; excesiva fue la cobertura de los medios, con unos enviados con casco que más parecían estar en la guerra de Vietnam que en otro sitio, y que se metían en la refriega con verdaderas ansias de captar la noticia in situ. Excesiva fue, qué duda cabe, la cobertura televisiva y radiofónica, el pasado jueves, de la exhumación de Franco; como excesiva fue, y de qué modo, la actuación de la familia del dictador, dispuesta a dar el show, cuando lo que realmente estaba haciendo es el más puro ridículo. Hasta el punto de que lo que tenía que haberse hecho por ambas partes con discreción y recato absolutos, se convirtió en otro espectáculo televisivo de magnas proporciones con muchas decenas de corresponsales que pensaban que asistían, como así fue al final, a la segunda representación del entierro de Franco 44 años después, con la patética comitiva, un más que patético Francis Franco (cuaderno en mano anotando los agravios que, en su opinión, se les hacía) y un más patético, si cabe, coro capitaneado por el golpista Tejero. Una desdicha, ya digo. No es de extrañar que todos estos gestos excesivos den abundante pábulo a los hacedores de ocurrencias de internet, a los falleros valencianos y a los comparsas gaditanos.
Pareciera como si lo normal estuviera en plena decadencia, al borde de la extinción. El espectáculo del Valle de los Caídos, como digo, ha sido bochornoso, intentando el Gobierno interino sacar petróleo de tan esperpéntico ceremonial, compensando de alguna manera su torpe actuación la semana anterior en los tristes sucesos de Cataluña que, bien lo sabían, les habían hecho bajar de forma alarmante en las encuestas de las próximas elecciones del 10 de Noviembre, cuando tan felices se las tenían (la elecciones, ya lo dijimos, las carga el diablo, y si no que se lo digan a Rajoy). Lo esencial no era el gesto de sacar del Valle a Franco, sino exponer lo que se habría de hacer en un futuro próximo para que ese monumental enclave se convierta en un monumento ilustrativo de esa brutalidad que tan bien plasmó ya Goya en sus “pinturas negras”. Un monumento que regenere de verdad a este pueblo desdichado que es España en su Historia y que sirva para restañar heridas, no para abrir aún más. ¡Qué pena que Pedro Sanchez y su afamado asesor en la Moncloa, Iván Redondo, no se dieran cuenta de la forma en que están haciendo la campaña electoral a Vox y al PP de Pablo Casado, que empieza ya a verse dueño y señor del cortijo y habla, perfectamente asesorado, él sí, y sin salirse un pelo del guión previsto.
En cuanto a la cuestión catalana, con las medias tintas de Izeta no se soluciona, más bien lo contrario. Torra y los suyos hace tiempo que optaron por lo excesivo y eso sólo se combate con gestos contundentes y con la unión de los que seguimos creyendo en España y en la Constitución, frente a los que hoy mismo se hacían la foto oficial con Torra y Otegi pletóricos, o sea los que tienen muy claro el derecho de autodeterminación que, en el fondo, no es otra cosa que la fragmentación de España. El momento es más que delicado, y hoy más que nunca hacen falta políticos que tengan perfectamente claro lo que quieren y así se lo hagan saber a sus electores. Dejemos lo excesivo para determinadas cadenas televisivas que viven de eso, y busquemos lo racional. Actuar a diario pensando en los votos y en los votantes no es sólo extenuante sino también fatal, sobre todo cuando la gente te toma la medida. Y a fe que a más de un dirigente político se la han tomado.
Juan Bravo Castillo. Domingo, 27 de octubre de 2019
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