LA VIDA SIGUE IGUAL
Recuerdo
con verdadera nostalgia cuando, hace no mucho tiempo, Pablo Manuel Iglesias, al
frente de una auténtica escuadra de gladiadores universitarios en su mayoría,
propusieron al país un nuevo “contrato social” que atrajo a millones de jóvenes
y no tan jóvenes ciudadanos deseosos de que todo, y cuando digo todo quiero
decir “todo”, cambiara. Fue un triunfo memorable que, junto con el de
Ciudadanos en el bando opuesto, puso en tenguerengue el “antiguo y carcomido
régimen” bipartidista de “Sagasta a Cánovas y de Cánovas a Sagasta”.
Pero
qué tendrá el PODER para que en tan poco tiempo cunda el contagio y se imponga
el axioma lampedusiano de “que todo cambie para que nada cambie”. Pablo Manuel
e Irene no los conocen ya ni sus fieles más furibundos. Aquella nueva forma de
hacer política se ha quedado en lo de siempre; lo que demuestra que aquí lo que
se trata es de colocarse y de colocar a los amiguetes, siempre que éstos se
presten a rendirte vasallaje, por lo menos durante algún tiempo. Aquí se trata
de “quítate tú para que me ponga yo”. Un verdadero asco.
Y,
como ejemplo, baste con un botón: el lamentable y bochornoso espectáculo del
control de la televisión pública, manejada hasta hace poco por el PP con
destreza goebeliana o goebelsiana (ustedes me entienden). En vez de imprimir un
giro de ciento ochenta grado al trastueque, buscando a dos o tres personas
honorables, de reconocido prestigio y honestidad, encargadas de que lo que TVE
nos sirva sea veraz, fiable y en modo alguno manipulado, y ahorrando así
nóminas, Podemos –que se creía con pleno derecho al manejo del ente público–,
PSOE y los de siempre –o sea vascos y catalanes–, recurriendo a los viejos
métodos, han andado diez días a la greña para “colocar”, en el más vil sentido
de la palabra, a los suyos.
Y
vengan cargos y más cargos… ¿Hasta
cuándo, queridos amigos? ¿No se han dado ustedes cuenta de que la maquinaria
estatal española, con su Gobierno Central, sus Autonomías, sus Diputaciones,
sus Ayuntamientos, sus consejeros y consejeras y sus asesores y asesoras, se
asemeja cada vez más a esos galeones mastodónticos que, como viejas ciudadelas
de madera carcomida, fueron mandados por Felipe II a invadir Inglaterra con el
resultado que todos sabemos? Hemos gestado un panzer que necesita llevar detrás
una nodriza inyectándole combustible sin parar, o sea, euros.
Pablo
Manuel ha entrado en el juego parlamentario y ya ni él mismo se reconoce: sólo
quiere ser uno más, sí, pero del club de los selectos. Todo esto, vive Dios, me
recuerda al “Ubu rey” de Alfred Jarry: “Nos uniremos estrechamente; nos
apoyaremos a muerte; y cuando logremos auparnos al poder, nos instalaremos y echaremos
a los que estaban antes al barranco, para que mueran, no vaya a ser que terminen
haciendo lo mismo con nosotros”. Primero te ilusionan, te deslumbran, te
entontecen, y, cuando se les pide cuentas, si te he visto no me acuerdo.
Y
algo parecido podemos decir de Pedro. ¿Hacia dónde, querido Pedro, caminas? Por
aquí, por Albacete, ya vemos aflorar rostros que creímos perdidos como el del
ínclito Paco Pardo, el amigo de Pepe Bono, que un día desertó la nave para
colocarse en la empresa privada con un cargo de corte y rasga y ahora asoma
como jefe de la policía nacional. Una carrera digna de Usain Bolt. Los hay
imprescindibles. Ya digo, los mismos perros con distintos collares. ¿Hasta
cuándo seguiremos rindiendo vasallaje a los amos de la finca? Fuera, por favor,
los vividores de la política, que lo mismo sirven para un roto que para un
zurcido.
Juan Bravo Castillo.
Domingo, 8 de julio de 2018
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