ARDE MADRID
Hace ya mucho tiempo que la ejemplaridad se divorció de la política, y que Maquiavelo campa por sus respetos en la cosa pública, incluidos los partidos políticos y casi casi en la vida misma. El mundo que hemos legado a nuestros hijos es el de todo vale, incluida la mentira más procaz; a mayor grado de mentira, a mayor capacidad para mentir sin que se te note, más posibilidades de subir en la escala social, que, a fin de cuentas, es lo que parece que importa. Esto, que es una verdad flagrante, en Madrid ha adquirido tal volumen, que no hay palabras para describirlo. Lo de Cristina Cifuentes nos ha hecho olvidar, por un momento a Bárcenas, a Granados, a Ignacio González e incluso al esperpéntico “Bigotes”. Sabíamos de su capacidad teatral, con esa perenne sonrisa, un tanto simpática, un tanto burlona, que tanto recordaba la de los augures romanos, esos mismos que no podían cruzarse en una calle sin sonreír, porque ambos sabían que mentían. Sabíamos de su