NEGRAS PERSPECTIVAS
Faltan
tres días para los comicios catalanes y por aquí todo sigue igual, o casi.
Siempre dije que Rajoy se había precipitado dejando tan breve margen en la
aplicación del artículo 155. Las encuestas se suceden y todas, escaño arriba,
escaño abajo, dan unos resultados parecidos que, desde luego, no auguran nada
bueno ni para Cataluña ni para el resto de España. Una vez más, como en las
generales españolas podemos llegar a una dolorosa situación de impase que
obligue a repetir las elecciones, sin que nada ni nadie auguren que a la
segunda o a la tercera va a ser la definitiva.
La
esperanza, la leve esperanza de los constitucionalistas estriba en que se
alcancen cotas altísimas de participación, es decir, que voten por encima del
85 al 90% de la ciudadanía catalana, lo que supondría que se ha alcanzado un
máximo de movilización de los que acostumbran quedarse en casa, viendo como ven
ahora que la cosa va muy en serio y la autonomía puede quedar partida en dos.
Sorprende,
eso sí, y muy positivamente para los que creemos y defendemos la unidad de
España, la gesta que está llevando a cabo la joven Inés Arrimadas y el grupo
Ciudadanos, dispuestos a dar la campanada, por más que ni aun ganando tengan
nada fácil la gobernanza. Pero, desde luego, la forma en que vienen plantando
cara a los independentistas sin arrugarse en ningún momento, pese a los gestos
simbólicos cada vez amenazantes de éstos (el último la cabeza de cerdo remitida
a la sede) y las continuas descalificaciones, dice mucho de esta joven líder,
que hace tiempo le comió la tostada al Partido Popular, grupo que está pagando
muy cara la impopularidad extrema de Mariano Rajoy por esas tierras.
Sorprende,
asimismo, aunque muy negativamente, la campaña del fugado Puigdemont, ese al
que le tocaba inmolarse, y que puso tierra de por medio, iniciando una carrera
a ninguna parte en apariencia, pero que, a la postre, está salvando a la
antigua Convergencia, hoy Junts per Catalunya, de caer en el abismo. Lo bueno,
insisto, para los que creemos en la unidad, es la brecha abierta entre ellos y
ERC, que ven como los métodos arteros del expresident y sus continuos numeritos
amenazan con reducir de modo muy considerable su número de escaños, con un
Oriol Junqueras que ve impotente cómo el listo se le ha subido a las barbas.
Puigdemont cuenta con los votos no sólo de los que han apreciado su audacia,
sino también de los morbosos a quienes
les gustaría ver si el Gobierno de Madrid tendría agallas para meter en prisión
a un reelegido president. Esperemos no
llegar a esa situación.
Muy
meritoria inteligente, por lo demás, la
campaña de Iceta, por más que, como buen socialista, acabe víctima de sus
prejuicios. No están las cosas, de momento, para indultos ni nada parecido:
primero porque el delito de rebelión no es moco de pavo (posiblemente el más
grave del Código Penal); y segundo, porque el fanatismo no entiende de indultos
ni de generosidades, antes bien, no hay más que ver a los soberanistas para
darse cuenta de que el odio que incubaban en su corazón se ha multiplicado por
dos y ya no respetan a nadie que no piense como ellos.
Pero,
lamentablemente, al final, quien, si Dios no lo remedia, tendrá la llave de la
gobernabilidad será el grupo CeC-Podem, y todo ello pese a su apreciable
descenso de votos, que lo sitúan en quinta posición, tan sólo por delante de la
CUP y el PP. Un panorama, pues, poco o casi nada alentador, donde sólo los que
por primera vez se decidirán a salir de su casa e ir a votar pueden dar un
nuevo giro a tan agria situación. Veremos.
Lunes, 18 de
diciembre de 2017. Juan Bravo Castillo
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