CARTA DESDE MI CELDA
No le cuento el motivo por el que llevo en prisión dos años porque le entraría la risa. No soy Granados, ni soy de la Gurtel, soy simplemente uno de esos presos anónimos a los que usted aludía en su artículo “Absuelta por amor”. Llevaba usted mucha razón: Aquí alguien ha hecho encaje de bolillos y le ha salido muy bien. Claro que, a mi juicio, ese alguien ha jugado con ventaja. Quiero empezar diciéndole que, a diferencia de esa caterva de resentidos ociosos que acostumbra insulta en la puerta de los juzgados, no soy de los que se alegran viendo entrar a la gente en prisión. Al contrario, soy de los que suprimirían estos centros penitenciarios que, pese a sus “comodidades”, no hacen más que degradar al preso sin redimirlo. Eso de la redención no pasa de ser un camelo. Pero hay algo que se llama agravio comparativo, y sepa que yo y muchos de nosotros nos sentimos agraviados a diario viendo el desmadre de la Justicia y el diferente trato reci