PROVERBIOS AL USO
Tan delirante época como la que
estamos viviendo, exige un nuevo aparato proverbial que resuma, con nuestro
rico lenguaje castellano, la desidia de esta clase política que nos ha tocado
en suerte, y no sólo en España, que conste…
Los últimos acontecimientos vividos,
concretamente, podrían resumirse en unas cuantas frases lapidarias: “Contigo o
sin ti –debería haberle dicho Rajoy a Rivera– seguiremos fieles a nuestro
ideario”. Ya lo dijo Fraga: “La calle es mía”, a lo que, haciéndose eco Rajoy,
añade: “Y el Estado, como el rey Sol, soy yo”; a lo cual, Rita Barberá
puntualiza: “Y con mi sillón hago lo que me viene en gana”.
Y es que es tan difícil cambiar (o
al menos enderezar el rumbo) cuando uno está acostumbrado(a) a que todos se
dobleguen a su paso, a la palmadita en la espalda y al lameculeo generalizado.
Más allá de los anhelos democráticos, en la política española impera e imperará
el Dedo (dedo acusador, dedo amenazante, ese dedo al que tan aficionado se
muestra Rajoy, ese dedo que me recuerda tantas cosas que quisiera olvidar).
Nunca la política española había
alcanzado tales cotas de raquitismo, aunque todo es susceptible de empeorar, no
lo olvidemos. Que se vayan, por favor, que se vaya Rajoy, que se vaya Sánchez,
que se vaya Iglesias, tres escollos que nos impiden salir de este atolladero,
aunque aquí, en la política española, reconozcámoslo, es más fácil mover
montañas que conseguir que algún político inepto o corrupto se marche. A nadie
con dos dedos de frente le extrañe, pues, el sentimiento de hastío que crece
como un tsunami en la sociedad española, que ve cómo cada día todo empeora,
desde la deuda a los salarios, desde las pensiones al castigo de las clases
medias y bajas.
Para el PP, sin embargo, este
sentimiento, palpable nada más salir a la calle, parece no afectarle,
convencido como está de que cuanto peor mejor, de que las siguientes elecciones
serán las de la victoria definitiva, de ahí que le importe un bledo sus
continuos patinazos, como el del ex ministro Soria, designado, ante el pasmo
del pueblo, como candidato al Banco Mundial (de nuevo el Dedo), o el chalaneo
con Doña Rita Barberá, deshojando su Marga(rita), porque Valencia y su “caloret”
eran ella misma. ¡Qué triste este Rajoy, y qué reiterativo! Él es de los que se
aprenden dos frases y las repiten por doquier hasta que ellos mismos se
convencen de sus bondades. Rajoy, no lo dudemos, ganará al final por puro
aburrimiento, cosa muy lógica habida cuenta de que es una de esas personas que
ignoran lo que es el entusiasmo, y lo peor es que está contagiando al país a
marchas forzadas.
Pero llegará el día, no lo dudemos,
en que por fin irrumpa en la política española un presidente sagaz y honesto,
como don Nicolás Salmerón, que no dude en reconocer que “está hasta las narices
(por no decir otra cosa) de todos nosotros” y cambie de frecuencia, acabando de
una vez con ese mantra, tan popular entre nuestros gobernantes, de que todo es
susceptible de tergiversación. Mientras tanto, no podemos evitar pensar qué fue
de aquellos puntos inamovibles que Ciudadanos le impusieron al Partido Popular.
La regeneración de España es una pura entelequia, tal y como veremos en el
rosario de vistas orales que se aproximan, con esa Justicia que tenemos, tan
dura con el pobre y tan laxa con los que han expoliado al Estado. Lo dijo
Shakespeare: “Si matas a un hombre serás un vulgar asesino; si matas a muchos,
serás un héroe; si matas a todos, serás Dios”. Algo parecido ocurre con el robo.
Lunes, 19 de septiembre de 2016. Juan Bravo Castillo
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