¡VIVA ISLANDIA!



            
           Los “Papeles de Bárcenas” han quedado por fin relegados al olvido, sustituidos por los “Papeles de Panamá”, que, como por ensalmo, han venido a acaparar estos días la atención mundial gracias a la filtración de 11 millones de documentos de un bufete de abogados panameño, poniendo en la picota a un sinfín de políticos, empresarios y “personalidades” de todo el mundo en compañías radicadas en paraísos fiscales y que muy bien podrían haber servido para evadir impuestos.
            El escándalo, una vez más, está servido, y la lista de los que utilizaron la firma Mossack Fonseca para ocultar su riqueza me dejaría sin espacio para decir lo que pienso. Desde Putin a Cameron, pasando por Macri, Basshar al Asad, el rey saudí, el difunto Gadafi, aquí no hay Dios que se salve. Descendiendo a España, la vergüenza, si la hubiere, se abate sobre personalidades de la talla de doña Pilar de Borbón –una vez más la realeza–, Almodóvar, Imanol Arias, Oleguer Pujol –cómo no–, la familia Domecq, el inefable Messi, y muchos más que van apareciendo en un constante goteo que no cesa.
            Como es natural, las excusas y pretextos son de toda índole, pero todos se reducen al consabido, “no sé nada”, “aquello estaba inoperativo”, “son viejas historias”, o incluso al típico, “oiga, no me moleste con sandeces” o el “estamos ante la habitual conjura”; todo como los niños malos cogidos en falta, lo que demuestra: a) que seguimos siendo niños hasta la muerte; y b) que la imaginación del delincuente brilla por su ausencia.
            Hace tiempo que dejamos de creer en la conciencia del ser humano como modo de regir sus pasiones. Hoy día, vemos que definitivamente la avidez, la codicia, la mentira y la insolidaridad se han adueñado del ser humano. Porque el problema es que más allá de lo sacado a la luz en estos “papeles panameños” que no es moco de pavo, existen otros doscientos “paraísos” adonde va a parar el dinero de las rapiñas, de la droga, del tráfico de armas, dinero machado de sangre, que se lo digan a Al Asad, dólares y euros sustraídos al fisco por parte de individuos a los que no les duelen prendas a la hora de hablar de transparencia, dignidad y demás zarandajas.
            Por lo que a España se refiere, ya está bien que el país se descapitalice a marchas forzadas ante la mirada impávida de un Montoro, especialista en amnistías fiscales; ya está bien que estos mismos bellacos que se llevan sus capitales al extranjero utilicen las carreteras, los servicios, hospitales y escuelas hechas con el sudor de los curritos de la nómina; ya está bien de paños calientes con los poderosos y mano dura con los pequeños delincuentes. Ya está bien de reír las gracias a toda esta chusma. Creo sinceramente que ha llegado la hora de combatir a muerte al defraudador, de hacer recaer sobre él no sólo todo el peso de la ley, sino también el escarnio de la sociedad. La impunidad ha de hallar su merecido, señor Montoro.
            Por fortuna, aquí, como en tiempos de Noé, también ha habido uno que sí ha reconocido su delito, islandés él –no podía ser de otro modo–, primer ministro, Sigmundur Gunnlaugsson, que ha durado veinticuatro horas en el cargo, dando así ejemplo ese lejano país, como lo diera al inicio de la gran crisis económica, de una decencia que cada vez más brilla por su ausencia. Así pues, no podemos menos que decir, aquello de “Viva Islandia”, para ejemplo de los que niegan por puro vicio.

                        Lunes, 11 de Abril de 2016.  Juan Bravo Castillo.

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