DEL DICHO AL HECHO





             Llevamos ya cerca de ocho años llorando y exigiendo cambio de modelos, disciplina, ejemplaridad de los de arriba, en una palabra, decencia con mayúsculas. Por su parte, los partidos y entidades responsables llevan ya cerca de ocho años dándose golpes de pecho, proclamando a los cuatro vientos sus propósitos de enmienda, pero, en cuanto volvemos la espalda, vemos que todo sigue igual, que España es un vicio viviente y que por aquí lo que impera es la rutina y el que goza de un privilegio se aferra a él como a un clavo ardiendo.
            Véase, si no, la cantidad de noticias que nos salpican a diario y que son más de lo mismo, o sea el predominio de la indecencia, ajeno ya incluso al viejo dicho lampedusiano de que “dejemos que todo cambie para que todo siga igual”. Nos enteramos, por ejemplo, de que un total de 119 banqueros españoles obtuvieron una remuneración superior a un millón de euros en 2014, lo que situó a España, esa misma que tuvo que pedir el rescate bancario, como el quinto país con un mayor número de directivos financieros con salarios millonarios. En concreto, la remuneración media de estos happy few alcanzó los 2,39 millones de euros, cifra que supera la media de la Unión Europea, que se situó en 1,9 millones. Que por robar no quede. Siempre a lo grande y siempre los mismos.
            Y es que el ejemplo y la austeridad es algo que parece haberse olvidado por estos lares, sobre todo por parte de aquellos que más debían practicar dichas virtudes que casi nos atreveríamos a decir “franciscanas”, por el modo en que sí las practica, el papa Bergoglio. Su ejemplo, por desgracia, como digo, no cunde. Que la Casa Real acepte subirse un 1% los salarios me parece un gesto lamentable, no, claro está, por su cuantía, pero sí por cuanto que, en una España con diez millones de pobres como la que vivimos, ese gesto necesariamente se vuelve contra ese cogollito de escogidos; como se vuelve contra el presidente del Congreso de Diputados, el socialista Patxi López, su decisión de mudarse el pasado martes a la residencia oficial que le corresponde por su cargo institucional, situada en el barrio de Los Jerónimos y cuyo último inquilino fuera, cómo no, José Bono. Siempre ese afán de nuevo rico, tan típico en muchos socialistas, partidarios del “vaya yo caliente, que para eso me lo he ganado, y ríase la gente”.
            Y al PP que, con razón, le ha faltado tiempo para criticar esta decisión por “inoportuna en unos momentos en los que se defiende la austeridad”, sigue sin embargo presa de sus viejas contradicciones; y así, en tanto que se jacta de haber promulgado cuarenta y tantas leyes contra la corrupción en la anterior legislatura, le ha faltado tiempo para vetar con su mayoría de la Cámara Alta, en medio de la enorme polémica suscitada por la situación procesal de la senadora Rita Barberá, una moción del PSOE  que plasmando parte del pacto con C´s, proponía suprimir el aforamiento que disfrutan los parlamentarios nacionales y autonómicos, en total, alrededor de 2000 personas.
            Como vemos, basta saber leer entre líneas, para darse cuenta de que estamos donde siempre: privilegios, privilegios y privilegios, por más que se hable, que se pacte o que se acuerde. Los de siempre siguen como siempre y Podemos a la greña. Y, a todo esto, Rato, Blesa y tantos otros ladrones de guante blanco, en la calle. Y el pueblo llano se pregunta, ¿hasta cuándo? Y un servidor, con el viejo Romanones, me repito una y mil veces: ¡Vaya tropa!.

                                Juan Bravo Castillo. Lunes, 4 de abril de 2016  

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