EL CLAN DE LOS PUJOL
Las dimensiones que está adquiriendo el affaire Pujol frisa en lo alarmante. Y es que se puede robar puntualmente, como un vulgar aficionado, pero hacerlo de una forma sistemática, insaciable y voraz, como al parecer ha ocurrido, implicando a toda su prole, tornándola primero copartícipe y luego protagonista colectivo como en las novelas río, implica un altísimo grado de indecencia y amoralidad. Dejando casos de dictadores tercermundistas, como pudiera ser el del dictador Teodoro Obiang, o los de la mafia siciliana, un affaire como el de Pujol tiene todos los visos de convertirse en paradigmático.
A diferencia de los conocidísimos Bárcenas, Roldán, Gil y Gil o Ruiz Mateos, el clan Pujol no sólo extorsionaba sistemáticamente convirtiendo un Gobierno en una banca, sino que, entre col y col, incluso se permitía dar lecciones de moralidad, de ética y de patriotismo, y lo hacía con tales dosis de cinismo e hipocresía, que su mensaje calaba, convirtiéndose en referente para los catalanes, cuando la realidad es que, desde la esposa, Marta Ferrusola, a la práctica totalidad de su numerosa prole, hijos e hijas, incluyendo incluso a algunos suegros, amigos y familiares, todos estaban pringados. Un caso insólito, insisto, que sólo puede darse en un país con altísimas dosis de ceguera y donde fallan estrepitosamente, como así ha sido, los reguladores y controles.
Y es que, junto a la magnitud del saqueo y de los tentáculos de los saqueadores, no puede menos de asombrar la actitud de los gobernantes catalanes, su tibieza, su condescendencia, como si el asunto no fuera con ellos, como si se tratara de una burda maniobra urdida desde Madrid para desacreditar a la sacrosanta autonomía catalana, Estado en ciernes. Otra calumnia, pues, de esa España que roba a Cataluña. La actitud de los gobernantes catalanes se asemejaría, en resumidas cuentas, a la de los que, al parecer, lo sabían, o al menos lo intuían, pero miraban a otro lado, haciéndose de alguna manera copartícipes del saqueo, acaso porque ellos también pastaban en otros prados.
Todo este asunto adquiere de día en día, en resumidas cuentas, visos de una repugnancia tal, que no hay más remedio que cortar por lo sano antes, insisto, que el affaire Pujol pase a los manuales del saqueo como paradigma de la política utilizada en beneficio propio, es decir, la perversión de la misma hasta límites impensables, con el irremediable daño que ello conllevará para políticos, contribuyentes y ciudadanos honrados, que, recordémoslo, todavía los hay.
En una España esquilmada hasta los límites que hoy vemos, no se puede tolerar que los causantes del desastre campen por las calles de sus ciudades como si nada. Se impone un durísimo escarmiento, aunque para ello se tengan que alterar leyes, endurecer penas como en su día se hizo con los delitos terroristas –esto también en cierto modo lo es–, modificar códigos, etc. A grandes calamidades, grandes remedios, medidas excepcionales, cirugía estricta, todo antes que se resquebraje la ya muy tocada fe del ciudadano de a pie que ve cómo los Pujol Ferrusola han hecho de Cataluña y, de paso, de España, su propio cortijo con una absoluta falta de escrúpulos y una codicia como nunca se había visto en la historia de España. Aquí no vale el pecar por defecto en beneficio de la duda. Aquí se impone el serrucho y la más estricta cirugía.
Juan Bravo Castillo. Lunes, 27 de octubre de 2014
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