DÍAS DE VINO Y ROSAS




            Cuando hace tres años oíamos que no había dinero en España porque unos cuantos ladrones de guante blanco se lo habían llevado “crudo”, pensábamos que estábamos ante uno de esos típicos pájaros de mal agüero, exagerados hasta la extenuación. Sin embargo, una vez más se ha hecho realidad el dicho de “piensa mal y acertarás”, porque lo cierto es que los agoreros tenían razón, y de qué modo.
            El saqueo sistemático de las “Cajas” ha sido una de las muchas prácticas de enriquecimiento para vivir como un maharajá. Uno, en su humildad un tanto calvinista, pensaba que incluso los más osados se conformaban con ir tirando, que quien más quien menos, en especial los de arriba, guardaban las formas y el arte de la moderación. Pero al final hemos tenido que dar la razón a los que, como Vázquez Figueroa, piensan que la voracidad, la codicia no tiene límites en el género humano. Los ricachones de antaño se conforman con ir por ahí sin tener que echar mano a la cartera, como el rey. Los nuevos ricos, sin embargo, son voraces, no se conforman con nada, exigen y exigen como la tenia o solitaria. La codicia es el pan de nuestros días.
         Y los hay que, a fe, saben aprovecharse de ello. Hoy aceptas un habano. Mañana una caja. Pasado un jamón de jabugo, y ya te tienen cogido de semejante parte. Al final, como el sindicalista asturiano Fernández Villa, le coges gustirrinín al dinero y si hay que aceptar, se acepta un chalet, un castillo, lo que sea, y ya sólo te conformarás con ser el amo, y si, pese a tener un emolumento de presidente de banca, te dan una tarjeta “opaca” para gastitos corrientes y demás zarandajas, mejor que mejor. A nadie le amarga un dulce, que decía don José Bono no hace mucho.
          El escándalo de las tarjetas “opacas” de Caja Madrid en el que se han visto involucrados 86 directivos, gente top de todas las procedencias sociales, políticas, incluida la Zarzuela, muestra bien a las claras que el “castizo” tenía razón, que se lo han llevado todo, que no han dejado ni para propinas los Barcoj, los Rato, los Blesa, con el juez Elpidio ya expulsado de la carrera judicial, como ocurriera con Garzón, en tanto Blesa sigue en la calle y el caso Gurtel duerme el sueño de los injustos. ¡Qué escarnio!, se oye como un eco en la calle. Ya no sólo la izquierda clama –en el desierto–, sino también parte de la derecha y el centro, todos sintiéndose, sintiéndonos, estafados por estos granujas. Tú, idealista, pagando tus impuestos, trabajando de sol a sol, haciendo proyectos, estudiando, sacrificándote por tus hijos –en paro–, rascándote de continuo el bolsillo, y ellos, los de la tarjeta “opaca”, la tarjeta negra, oro o platino, lampando, viviendo días de vino y rosas, ajenos al dolor ajeno.
            Y ahora que salta la punta del iceberg del escándalo de Caja Madrid, y que nos disponíamos a ver grandes cosas, y no sólo en la banca y en la gran empresa, sino hasta en las universidades, ahora surge el drama del ébola, otro horror, que, como por ensalmo, relega, de momento, el gran tema del hedor bancario. ¿Serán capaces la Hacienda pública y los jueces de desenmascarar a los que vivieron años de vino y rosas a costa del erario público gracias a las prebendas en forma de todopoderosa tarjeta, los que hicieron de su reinado al frente de las instituciones de toda índole una auténtica orgía de los sentidos? ¿Saldrán todos a la luz? ¿Se les obligará a restituir? ¿Se sentarán en el banquillo los cientos o miles de corruptos que han devastado España? Veremos.


                                      Juan Bravo Castillo. Lunes, 13 de octubre de 2014

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