EL CALVARIO DE GARZÓN
El lunes 11 de julio, el exjuez de
la Audiencia Nacional Baltasar Garzón recibía la noticia de la denegación de su
indulto en México, donde, en su particular exilio, está trabajando para la
fundación de defensa de los derechos humanos que lleva su nombre y como
abogado.
Lo curioso de esta petición de
indulto es que en modo alguno partía del propio Baltasar, sino del colectivo
Medel, una asociación que agrupa nada menos que a 15.000 magistrados, jueces y
fiscales de la UE. Algo realmente insólito que no puede por menos de hacernos
pensar a quienes no tenemos una clara idea de las sutilezas de la
jurisprudencia, que en el “caso Garzón”, efectivamente, hay mucho más de lo que
un poderosísimo sector del Poder Judicial, íntimamente vinculado al Gobierno,
trata de hacernos ver, buena prueba de ello la tenemos en que, curiosamente, el
expediente en el que se solicitaba el citado indulto, anduvo año y medio
perdido por los vericuetos de la Audiencia Nacional, sin pasar un solo trámite.
Hoy en día, el exjuez Garzón es ya,
para un amplio sector de la población española, y aún más en el extranjero, un
auténtico mito, con sus defensores a ultranza y sus detractores, empeñados en
humillarlo hasta límites insospechados, como lo prueba la saña con que actúa
contra él, metiéndolo en el mismo “saco”, en lo que se refiere a la denegación
del indulto, que delincuentes de tan reconocida talla como Julián Muñoz,
exalcalde de Marbella y chorizo mayor de aquel emporio; Jaume Matas, prototipo
del delincuente político que se ha arrastrado literalmente para evitar la
cárcel y que, por fin, va a pasar allí algunos meses, en espera de que se
resuelvan las innumerables causas que tiene pendientes; o el propio Ortega
Cano, en prisión desde abril, por haber provocado la muerte de otro conductor
mientras conducía bebido y a toda velocidad hace tres años.
Nada extraño que, en vista de lo
cual, Baltasar Garzón declare ostentosamente que “Un indulto de este Gobierno
me denigraría. Nunca lo hubiera aceptado. Sería un insulto y, además, una
contradicción, porque yo no he cometido ningún delito”.
Una muestra más del más que aparente
ensañamiento es la comparación de lo sucedido con Garzón y lo que acaeciera
hace catorce años con otro juez, Javier Gómez de Liaño, cuando ejercía de
ministro de Justicia Ángel Acebes y como Fiscal General del Estado Jesús
Cardenal. Condenado por tres delitos de prevaricación por el “Caso Sogecable” a
15 años de inhabilitación, el Consejo de Ministros aprobaba su indulto en
diciembre de 2000. Basta leer los criterios exhibidos en un caso y otro para
comprobar lo aleatorio de una Justicia sobre la que lo mejor que podemos decir
es aquello de que “Dios nos libre de caer en sus garras”.
El problema, el auténtico problema,
para quienes han mostrado tamaño encarnizamiento con Baltasar Garzón, se
plantearía en el caso en que el Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo lo
eximiera de toda culpa. La bofetada sería morrocotuda y demostraría que ha
habido algo más que parcialidad en la forma de juzgar a un hombre que durante
años se jugó el pellejo en aquella España donde los etarras no se andaban con chiquitas.
Los méritos acumulados en aquellos años habrían bastado y sobrado para eximirlo
de algún posible error. Pero, claro, el asunto en cuestión era nada menos que
el caso Gürtel, que, por cierto, todavía sigue en el aire.
Juan Bravo Castillo. Domingo, 27 de julio
de 2014
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