UNA CAMPAÑA PARA OLVIDAR


            No tengo ni idea del porcentaje de españoles que acudirán hoy a votar para elegir a sus representantes en estos comicios europeos, pero, visto lo visto, no me extrañaría que se produjera una auténtica debacle participativa, hasta el punto de que, si las abstenciones y los votos en blanco dejaran –como así debería de ser– los correspondientes escaños libres, éstos, a no dudarlo, serían los verdaderos ganadores.
            Para suerte de los aspirantes, sin embargo, esto, hoy por hoy, no es así, y a ninguno de los elegidos le dolerán prendas establecerse durante seis años plácidamente en su poltrona aun a sabiendas de que es un regalo lo que el sistema electoral les ha otorgado. Y es que las cosas hay que trabajárselas, y ellos en modo alguno han sabido hacerlo. Incapaces de comunicar sus ideas respecto a Europa con la vehemencia que sería preciso, haciendo pedagogía a tantos y tantos ciudadanos españoles que lo único que saben del tema es el asunto de las cuotas o los terribles recortes impuestos por la troika y la señora Merkel, ya sea por ignorancia, ya sea por pereza, ya sea obedeciendo las consignas de sus propios partidos, han vuelto a lo de siempre, o sea, a lo único que saben hacer, al “tú más”.
            Mítines insoportables, cargados de topicazos al uso, en los que lo puramente doméstico –o sea los temas de siempre– predominaba, y de qué modo, sobre lo que realmente interesaba, es decir, el programa europeo, ese mismo sobre el que el candidato número uno de UPyD aseguraba hace pocas fechas que los euroescépticos lo eran por ignorancia, o sea que, para colmo, nos tomaba por imbéciles. Una vergüenza, ya digo, en especial a partir del lamentable cara a cara protagonizado el pasado lunes en televisión española por la señora Valenciano y el señor Arias Cañete, en la que este último, por exceso de confianza, salió vapuleado, y, para terminarlo de arreglar, al día siguiente le faltó tiempo para venir a decir que no había querido hacer uso de su superioridad intelectual para no ser tildado de “machista”. El pastel estaba servido, y ahí empezó un nauseabundo toma y daca hasta que cinco días más tarde, Cañete, tragándose su soberbia de “abogado del Estado”, pidió disculpas y siguió soltando por su boquita lindezas propias de estudiante de E.G.B., en tanto que la candidata del PSOE seguía aprovechando hasta la extenuación el argumento tan torpemente puesto a su disposición por Cañete.
            Estos señores, ha pensado gran parte del electorado, o bien nos toman por lerdos o bien no tienen ni la menor idea de lo que se llevan entre manos y a lo único que realmente aspiran es a colocarse gloriosamente durante seis años, algunos, incluso, como el propio Cañete, en un cargo de relumbrón, como  Comisario e incluso como Vicepresidente de la Comisión, de salir vencedora la Derecha europea. Un chollo, vamos. Un “vaya yo caliente y ríase la gente”; porque si alguien ha salido malparado en esta “batalla” ha sido este ex ministro de Agricultura, que, como ministro del ramo será bueno, pero como mitinero no ha pasado del muy deficiente.
            Nada extraño que, también visto lo visto, el euroescepticismo, cuando no la extrema derecha, se propaguen por doquier, como ocurre en Gran Bretaña y en Francia, hartos de ver cómo Alemania ha prostituido las esencias de la Unión Europea en pro de sus intereses económicos, dejando los viejos preceptos de Adenauer, Brand, De Gaulle, Kohl, Delors y demás grandes estadistas europeos para mejor ocasión. Pero qué vamos a hacer con discursos como éstos con los que tanto nos han atormentado los tímpanos estos “brillantes” personajes durante los últimos quince días.


                         Juan Bravo Castillo. Domingo, 25 de mayo de 2014

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