UN PASO MÁS HACIA EL ABISMO


            Hasta hace bien poco, cada vez que el índice de paro crecía, con la consiguiente alarma en la población, el ministro o ministra del ramo daba la cara, como en los tiempos de los asesinatos de ETA lo hacía el ministro del Interior. Hoy ya ni eso, quizás porque, como en La Peste de Camus, cuando las cifras se incrementan ya sin control posible, lo mejor sea “verlas venir y dejarlas pasar”.
            Los datos de la Encuesta de Población Activa que este jueves publicaba el Instituto Nacional de Empleo, una vez más, han sacudido hasta los cimientos la sensibilidad de la ciudadanía, que ve cómo, día a día, avanzamos hacia el abismo sin que nada ni nadie sean capaces de poner coto al desastre.
            Hemos pasado como por ensalmo la línea roja de los seis millones hasta instalarnos en los 6.202.700 personas desempleadas, o sea, un 27,16 % de la población, y, lo que es peor, sigue subiendo a un ritmo de más de 2.500 hombres y mujeres al día. Una auténtica tragedia, más todavía si pensamos que son ya casi dos millones de hogares –exactamente 1.906.100– los que tienen a todos sus miembros en paro, y que la cifra de desempleo de los jóvenes frisa el 60%, algo verdaderamente brutal. Podríamos decir aquello del “que se jodan”, que se atrevió a gritar en el Parlamento la malhadada hija de Fabra. Pero hace falta tener el corazón muy duro para no compadecerse al menos del inmenso dolor que anida en los pueblos de España. 
            España es un barco a la deriva  donde los 16.634.700 que aún disfrutan de un puesto de trabajo –muchos de ellos en el filo de la navaja– se ven obligados a cargar sobre sus espaldas el enorme fardo de los gastos del desempleo, de los jubilados y de la máquina del Estado. 
            Por si faltaba poco, este mismo jueves, este personaje de hielo que es Olli Rehn, Vicepresidente de la Comisión Europea y responsable de Asuntos Económicos, exigía al presidente español, Mariano Rajoy, que presentara urgentemente una serie de reformas “concretas y exhaustivas” para corregir los “desequilibrios excesivos” de la economía española, en particular el alto nivel de desempleo. Con lo que, una vez más, se ponía de manifiesto la burda trampa en que la Europa de la troika nos ha puesto, apretándonos sin ninguna consideración el corsé hasta no dejarnos respirar, y exigiéndonos al mismo tiempo que respiremos. 
            Por primera vez en la historia de nuestro país estamos ante un verdadero callejón sin salida con una Europa implacable, unos bancos ajenos a la realidad y que viven sólo para obtener lisa y llanamente pingües beneficios –mil millones se acaba de embolsar el Santander–, y un Gobierno  incapaz de reaccionar y esperando que escampe, sin darse cuenta de que estamos en una rambla a punto de reventar. 
            Por ello me sumo sin tapujos a las palabras del secretario de Comisiones Obreras pidiendo “un gran pacto para el empleo”, cuando no un Gobierno de concentración o de salvación nacional, que exija ayuda a Europa o, en su defecto, que deje de estrangularnos y arruinarnos a ese ritmo, máxime cuando ya son múltiples las voces que desde diversos foros claman por un cambio en la política europea que impida el estrangulamiento de los países del Sur, que, a su vez, acarreará el suicidio del Norte. “Europa está en llamas”, clamaba un europarlamentario alemán, precisamente, el pasado miércoles, en el Parlamento de Estrasburgo, “¿habrá agua –se preguntaba a continuación– para apagar el incendio?”. 

         Juan Bravo Castillo. Domingo, 28 de abril de 2013
  

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