EL RECURSO DEL ESCRACHE
La polémica abierta estas últimas semanas con el tema del “escrache” ha desbordado todo lo previsible, con lo que, presiento, no se ha hecho más que dar pábulo a lo que pretendían los organizadores de tales manifestaciones, en principio silenciosas. Otra cosa es que, a la hora de la verdad, consigan su objetivo primordial, del que hoy por hoy parecen lejos.
No puedo, empero, iniciar este artículo sin antes manifestar mi repudio por este burdo “vocablo”, al parecer argentino, pero que me recuerda inexorablemente el “cracher” (escupir) del francés. Ahora bien, lo esencial aquí es lo que entraña o lo que encubre, que no es otra cosa que forzar una situación dramática obligando a la clase política a actuar y, en lo posible, a remediar la retahíla de desahucios en que, en muchísimos casos, se ven sumidos muchos de los que se han quedado sin trabajo.
Como ocurre cada vez que algo afecta directamente a los políticos, les ha faltado tiempo para condenar, tildando, gratuitamente, a los que ponen en práctica este método persuasivo de “nazis”, “totalitarios” y demás lindezas. Todo ello, en vez de ponerse en la piel de los afectados y pensar, elevándose un poco, que el pobre, el débil en el noventa por ciento de los casos tiene razón.
Además, ¿quiénes han conseguido los mejores réditos estos últimos años en España?, ¿los que han luchado por las buenas, como es el caso de los jóvenes del 15-M?, ¿o los que, como ETA, se han abierto paso con pistolas y bombas? La respuesta no deja lugar a duda, y, para quien no, que mire hacia el País Vasco y vea a los abertzales instalados en las instituciones sin haber renunciado a ninguno de sus principios, salvo el de los asesinatos, a los que renunciaron, entre otras cosas porque ya no tenían capacidad para perpetrarlos. De los primeros, los del 15-M, muchos de ellos a estas alturas han tenido que dejar su patria buscando un puesto de trabajo tras el fiasco de aquella gesta.
Desengáñense, señores gobernantes, en este país, por las buenas, con educación, lo único que se consigue es aquello de “vuelva usted mañana”. Véase, si no, el caso demencial de las preferenciales, la mayor estafa realizada en España, con premeditación, alevosía, nocturnidad, dolo y mentira, y, sin embargo, hay están los afectados con sus pancartitas, pero sin “su” dinero, insisto, “su” dinero, mientras el Gobierno, impávido, propone medidas absurdas en vez de obligar a la banca a que restituya lo que no le pertenece y a acabar con esta mascarada.
Los ejemplos se podrían multiplicar; los atropellos en Sanidad o en Educación; manifestaciones de médicos y enseñantes en las calles, en las plazas, frente al Parlamento, y ¿para qué? Para nada. Basta con una bien programada política denigratoria del Poder para desacreditar a cuantos pretenden salirse de los cauces. Y ahí están, mudos, amenazados por la autoridad con dar con sus huesos en la cárcel.
Nada extraño, pues, que los desahuciados o amenazados de desahucio hayan optado por una técnica diferente en vez de dejarse arrullar por los cantos de sirena de los especialistas de las promesas. Aterra pensar en el poder de la banca y su influencia omnímoda sobre nuestros gobernantes. ¿Cómo se puede llegar tan lejos en la felonía como ha llegado Bankia? Déjense, por consiguiente, nuestros políticos de atacar a los que simplemente defienden lo único material que poseen en este mundo tratando de apartar la espada de Damocles que pende sobre ellos, y actúen con diligencia para evitar el más que posible estallido social. El que sufre, insisto, siempre tiene razón, y los políticos están ahí, además de para defenderlos, para resolver sus problemas, no para llevar a nuestro país al caos de desesperación en que día a día se precipita.
Juan Bravo Castillo. Domingo, 21 de abril de 2013
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