LLUVIA DE MILLONES




            De euros. Sí, como lo oyen. De euros. Lluvia de millones de euros acaba de dar a luz el Fondo de Rescate europeo a los bancos españoles nacionalizados: Bankia (dieciocho mil millones), Catalunya Banc (nueve mil millones), Novagalicia Banco (cinco mil quinientos millones), Banco de Valencia (cuatro mil quinientos millones). Y, lo que parecía, en palabras del señor Rajoy, una simple operación crediticia, ahora se ve que no es así, sino más bien todo lo contrario.
            Europa no regala, sino que presta a los débiles bajo condiciones draconianas, agarrándote del gaznate –igualito que hacen sus congéneres españoles–, de tal modo que ya no te puedes soltar. Y, una vez más, serán los más débiles y desprotegidos, los más desdichados, los que tendrán que tomar armas y bagajes y salir despedidos, un total de entre ocho y diez mil empleados. Y aún dicen los muy ladinos de Bruselas que les preocupa el desempleo. ¡Qué les va a preocupar! Empezará a preocuparles cuando vean a los cuatro jinetes del Apocalipsis cernirse sobre sus cabezas. Sólo entonces.
            Supresión de un tercio de sucursales; obligación de reducir el volumen de negocios, encauzamiento de las actividades bancarias –algo bueno tendrían que tener las medidas–, prohibición terminante de volver al funesto ladrillo. En fin, una auténtica ordalía. 
            Y se produce así el siguiente galimatías: los bancos, antaño cajas, engañan al cliente con las acciones preferenciales con pérdidas –llamadas “quitas”– de casi el 40%; el Gobierno engaña al pueblo asegurándole que no le iba a costar un euro la operación de reflotación de la banca; los tiburones de Bruselas timando al Gobierno de Rajoy – imaginamos– y cogiendo del gollete a la banca. Y los que salieron echando leches con el dinero, muriéndose de risa. ¿Adivinan quién pierde al final? ¿Adivinan quién paga los errores y las tropelías de los altos dirigentes bancarios? ¿Adivinan quién paga el pato?
            Porque lo más gracioso es que estos bancos en ruinas, remiten cuarenta y cinco mil millones de euros en activos tóxicos –es decir toda la mierda que les asfixia– al banco malo –¡qué gran invento!–, y se quedan así de limpitos. ¡Qué barbaridad!, que hubiera dicho Cela. ¿Cómo se puede llegar a estos límites? ¿Cómo se puede timar a un pueblo entero y seguir así, tan lindamente, como si no hubiera pasado nada? ¿Cómo es posible que sigamos soportando tanto atropello? Se puede vivir y seguir con el pie del enemigo eternamente apoyado en el gaznate. Nunca en la historia de España, desde el duque de Lerma, se había asistido a semejante saqueo.
            ¿Cómo es posible semejante torpeza? ¿Cómo no haber dejado que Bankia y su pelotón de granujas dirigentes se fueran al garete como hizo el Gobierno islandés con sus bancos en quiebra, y haber empleado esta lluvia de millones en salvar las empresas en quiebra, las familias en quiebra, creando un banco nacional equitativo y justo, y mandando a quienes nos llevaron a la ruina, empezando por el cínico Hernández Moltó – a quien no hay forma de rebajarle los humos y la lengua–, a pasar una larga temporada entre rejas, por incompetentes, por aprovechados, por mentirosos y por muchísimas cosas más que uno no dice por decencia? 
            Es evidente que hace tiempo que la lógica y la justicia se marcharon de vacaciones, ellas también, a un paraíso fiscal; y por aquí, al final, por culpa de tanto incompetente con sueldos millonarios, tendremos que poner el rótulo de “No hay salida”, ni esperanza. Como vemos, ni siquiera la lluvia hace hoy día justicia a este pueblo desdichado hundido en el silencio y la agonía.

                                     Juan Bravo Castillo. Domingo, 2 de diciembre de 2012   

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