IGUAL PERO PEOR
Hasta los que ansiábamos salir del eterno bipartidismo (Cánovas-Sagasta / Sagasta-Cánovas), ese sempiterno cara y cruz de la medalla, andamos ya hastiados del triste espectáculo que vienen dando en España, desde hace tres años, los cuatro grandes partidos encerrados en su burbuja e incapaces de entenderse más allá de lo que implica el simple hecho asignarse unos pingues emolumentos. De lo que ocurrió el jueves, día de Santiago, Patrón de España, todos, absolutamente todos, por acción o por omisión, fueron culpables. Unos más que otros, ciertamente, pero todos. Un juego de trileros en el que todos esperaban sacar tajada. Un desastre, vamos. Han primado, como se ha puesto en evidencia, los intereses bastardos de los partidos por encima del interés supremo del Estado, entidad a la que todos dicen servir, aun cuando cada vez importe menos, incluso a los que rinden culto exagerado a la bandera. El momento cumbre, una vez más, lo alcanzó Pablo Ig