EL RETO DE SÁNCHEZ


                    
                          

            En la vida, como en el ajedrez, lo esencial es llevar la iniciativa, y en eso, Pedro Sánchez, al parecer muy bien aconsejado y tutelado, se está mostrando como un maestro consumado. Cuando parecía derrotado, se la jugó a una carta y ganó; ahora, con su fino olfato, ha aprovechado un pequeño resquicio y, sin tan siquiera ser parlamentario, se ha encaramado a la Presidencia del Gobierno del Reino de España, ante el asombro de propios y extraños, incluido el entorno internacional, que no sabe a qué carta quedarse.
            Y ahora, haciendo caso omiso de la desesperación de los populares, rabiosos al constatar la jugada magistral que fueron incapaces de prever y aún menos de contrarrestar; del mosqueo in crescendo de Podemos; del cabreo de Ciudadanos que, pendiente de las encuestas, se pasó de frenada; por no hablar de la irritación de los independentistas catalanes que ven cómo tres espadas se ciernen sobre ellos; Pedro Sánchez, en tiempo récord, confecciona un Gabinete progresista, con vocación europeísta que, salvo algún que otro borrón, supone todo un hito en la política española, donde los presidentes, en vez de buscar al más capaz, se rodeaban de fieles y amiguetes. Ha sido otra sorpresa, y esperemos que sigamos así. Filtrados con cuentagotas, Sánchez ha ido deshojando la margarita y presentándonos una panoplia de ministros de gran altura, demostrando que sabe ver dónde está el mérito y no tiene reparos en rodearse de los mejores. Sólo un borrón con el ministro de Cultura, porque al parecer le falló Elvira Lindo, que demuestra que, para las generaciones actuales, la cultura tiene más de folklore y de exotismo que de necesidad vital.
           Pero lo esencial es que, para asombro de algunos y para cabreo de otros, Pedro Sánchez no sólo arranca como Usain Bolt, sino que parece dispuesto a aprovechar su oportunidad, por débil que sea su situación parlamentaria. Y eso, lógicamente, levanta ampollas en un tablero político donde el ejercicio de la política se ha vuelto, ya no delicado, sino particularmente difícil. Cuando quien más quien menos esperaba un equipo ministerial para salir del paso y preparar las inminentes elecciones, nos encontramos de buenas a primeras con un equipo perfectamente diseñado y con las ideas muy claras, pese a que todos saben lo que les espera: o sea patadas y patodos.
            Los que esperaban verse recompensados por su apoyo con dos, tres o cuatro ministerios, retuercen el ceño como el aguacil aguacilado; los que veían a Sánchez como un tipo moldeable, ven cómo pone ante sí tres peones difíciles de erradicar: Josep Borrell, en exteriores, Grande-Marlaska, en Interior; y Magarita Robles, en Defensa, que no ha dudado en recordar en su toma de posesión que, tal y como dice la Constitución, las Fuerzas Armadas son garantes de la Constitución y de la unidad territorial. Se puede decir más alto, pero no más claro, máxime cuando Puigdemont, por medio de sus dos gargantas profundas, anuncia que el único diálogo con el Gobierno que acepta es la forma en que se va a producir la secesión, o consensuada o unilateral: no han aprendido nada con la aplicación del 155, incluso podemos decir que Cataluña es ya abiertamente un polvorín.
            El reto de Sánchez es particularmente duro. Él sabe bien que no le van a conceder ni cien, ni cincuenta, ni acaso veinte días para machacarlo, pero no cabe duda de que estamos ante un hombre tenaz y decidido, acostumbrado a vivir, desde que entró en política, bajo el volcán. Por eso, no dudamos que se dejará la piel y algo más para restañar las múltiples heridas que ha dejado esta década de crisis en la sociedad española, postrada y desesperanzada, y deseosa de que alguien le haga justicia. ¡Ojalá algún día podamos decir lo que dijo Churchill acerca de la RAF: “Nunca tantos le debieron tanto a tan pocos”! Es un decir…

                Domingo, 10 de junio de 2018.   Juan Bravo Castillo 

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