NUEVE AÑOS DE LA INTERVENCIÓN DE LA CCM
A
punto de cumplirse nueve años de la histórica intervención del Banco de España
en Caja de Castilla-La Mancha, Juan Pedro Hernández Moltó (famoso por su
“míreme a la cara” dirigido al que fuera director del Banco de España, don
Mariano Rubio que en paz descanse) comparecía en el Congreso de Diputados para
hacer una suerte de balance de lo que sucedió aquel 29 de marzo de 2009.
Como
la marmota que, luego de permanecer en lo más hondo de su madriguera esperando
que escampe, asoma ligeramente el hocico y, al ver que ya no le atizan, sigue emergiendo
hasta salir al aire libre, don Juan Pedro, responsable máximo de la que sin
duda fue la catástrofe económica más contundente de nuestra región (junto, no
lo olvidemos, con su vicepresidente, Federico Rodríguez Morata, que también
salió de la cueva tras su preceptivo retiro, y hoy se deja ver de nuevo en la
filas del PSOE, Dios nos pille confesados), vuelve a la actualidad para
decirnos lo que ya sabíamos, demostrando que se tiene la lección bien
aprendida, y que nueve años sólo le han servido para buscarse excusas de mal
pagador: ni una pizca de arrepentimiento, ni una palabra de solidaridad con los
miles de trabajadores a los que mandó directamente al abismo con su
incompetencia, y que llevan sobreviviendo, los que no han sido enviados
directamente a su casa de mala manera, con la espada de Damocles sobre sus
cabezas, acordándose a diario del saqueo a que la clase política sometió a la
entidad.
Don
Juan Pedro, como suele ser habitual en los de su clase, en vez de hacer un
análisis certero explicando de una vez los tremendos dislates en que incurrió,
junto con los que lo pusieron allí, se ha pasado nueve años autojustificándose,
colocando las piezas del puzzle para de ese modo ofrecer una imagen “decente”
de lo que de ninguna manera puede ser considerado como tal. De ese modo, vuelve
a cargar contra el supervisor del Banco de España, sin olvidarse, como no podía
ser de otro modo, del PP y su “campaña” contra la entidad, que supuso, en su
opinión, la salida de 1.000 millones de las Cajas en pocos meses. De nuevo
insiste en la “tormenta perfecta”, y en que simplemente se las dejó caer. A lo
sumo, algo es algo, califica su actuación de “fracaso personal” y
“probablemente colectivo”, pero no pasa de ahí.
Palabras,
palabras y palabras, que dice Hamlet, pero argumentos, razones y hechos
concretos, en absoluto. Que les pregunten a los trabajadores qué ocurrió
realmente. No se puede seguir edulcorando de ese modo la realidad, señor
Hernández Moltó: ¿por qué no hablar de una vez de las enormes cantidades de
euros a las que usted dio luz verde para construir empresas faraónicas como el
malhadado aeropuerto de Ciudad Real? ¿Por qué no hablar de los gastos
suntuarios, de los sueldos escandalosos y de las jubilaciones que se asignaron,
de las dietas desmesuradas, de los eventos y festines rabelesianos, del trato
de favor a determinados “camaradas”? Lo suyo fue la megalomanía, pensando que
el filón no se iba a agotar. Por eso lo menos que podría hacer, señor Moltó, es
pedir humildemente perdón y dar gracias a Dios por haber salido tan bien
librado del desaguisado que armó. Pero ya vemos que, como suele ocurrir con la
Historia de España, fue usted duro y cruel con los demás y blando y comprensivo
con usted mismo.
Decir
que la ruina de las Cajas no fue producto de la politización es para reírse a
mandíbula batiente, tanto como atreverse, como usted hace, a lanzar una
propuesta: la recuperación de una suerte de banca de proximidad, para suplir el
hueco que han dejado las cajas. Consejos no, señor Hernández Moltó. Vuelva
mejor a su retiro y guárdese sus consejos para mejor ocasión. Ya hizo usted
sufrir bastante al personal.
Juan Bravo Castillo. Domingo, 25 de marzo de 2018
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