FUEGO Y FURIA
Tal
es el título que el escritor y periodista norteamericano Michael Wolff acaba de
presentar en Madrid, en el que desenmascara, tras un exhaustivo trabajo
indagatorio (unas 200 entrevistas con el propio Trump, sus asesores más
destacados y otras fuentes conocedoras de los entresijos de la campaña
presidencial en 2016), a ese trágico bufón instalado en la Casa Blanca por mor
de los azares de una democracia que, personajes como éste y similares,
bastarían para poner en entredicho.
¿Cómo
es posible que un ser tan peculiar como Donald Trump, de quien sus asesores y
funcionarios piensan cada vez más abiertamente que “es idiota”, haya alcanzado
la máxima cumbre a la que puede aspirar un político? Nada menos que presidente
de los Estados Unidos. El ser más poderoso del planeta. Pues simplemente por
eso, por la prostitución que ha alcanzado la política en aquel país, padre de
la democracia, donde el dinero campea a sus anchas. ¡Qué lejos aquel dicho del
“self made man”, del hombre que partiendo de la nada podía llegar, a base de
inteligencia y tesón, a la presidencia!
Que
un periodista como Wolff ponga de ese modo en la picota a un ser dotado de tan
extraordinario poder demuestra, ya no sólo las altísimas cotas alcanzadas por
la libertad de expresión en los Estados Unidos, sino, también, que lo que dice
es verdad, de lo contrario Wolff ya estaría entre rejas.
Aterra,
desde luego, pensar en manos de quien ha caído la presidencia de ese poderoso
país. Un nuevo rico, magnate caprichoso y putero; un niño con más de setenta
años, bravucón, arrogante, imprevisible; una figura desquiciada y fuera de
control, rodeada de una camarilla de turiferarios serviles; un hombre ignorante
que se jacta de no leer; un hombre, en una palabra, expuesto a que en uno de
sus arrebatos cósmicos arramble con lo que sea.
Lo
más trágico, sin embargo, es que a este magnate lo ha elegido un cincuenta por
ciento de la población norteamericana, y lo que es peor, una gran parte de esos
votantes lo sigue apoyando. Lo cual demuestra que en es país pionero se está
gestando un caldo de cultivo peligroso, parecido al que gestó hace años los
grandes fascismos de derechas y de izquierdas.
Mal
camino lleva la Humanidad cuando tanto trabajo le cuesta a la honradez salir
adelante; cuando la honestidad se las ve y se las desea para imponerse en medio
del lodazal en que se ha convertido el mundo; cuando el sistema permite que
personajes de este jaez se encaramen en las altas instancias del país más
poderoso del mundo, controlando desde allí conciencias y poderes fácticos, en
vez de servir de faro, como debería ser la obligación primera de un presidente de Estados Unidos, para velar
por la paz y para combatir tanta iniquidad.
Lo
único que cabe pensar de estos personajes ubuescos es que hacen el papel del
tonto útil, de que, en verdad, están ahí puestos por los que realmente
controlan los mecanismos del poder en la Tierra, para seguir imponiendo su ley
desde las sombras, como bien vimos cuando, en 1945, se las arreglaron para
tumbar a Wallace, acusándolo de comunista, y sacándose de la chistera a Truman,
un tendero que no dudó en apretar dos veces al botón nuclear sobre Hiroshima y Nagasaki.
Lo de Kennedy fue un soplo de aire fresco, como ha sido lo de Obama, a quien
al menos han respetado. Lo normal son los hombres de paja como Bush padre y
Bush hijo, con sus correspondientes guerras; o como este Donald Trump, con el
que se acelera la descomposición de una democracia a la que le queda muy poco
de tal.
Juan Bravo Castillo.
Domingo, 25 de febrero de 2018
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