¿Y AHORA QUÉ?
El durísimo varapalo recibido por Rajoy en las elecciones catalanas del pasado jueves no admite paliativos, y digo de Rajoy, que no tanto del PP, hasta ese punto el personaje ha adquirido visos de impopularidad –para ser fino– por aquellos lares. Y ya no sólo por el brutal descenso de ocho escaños hasta quedarse en diez, escaños que han pasado directamente a Ciudadanos; sino también porque uno tiene la intuición de que el espectacular resultado conseguido por el prófugo Puigdemont –en el exilio para sus feligreses–, en detrimento de ERC, que, en circunstancias normales habría sido la ganadora de estos comicios, se debe básicamente al morbo que conlleva ver si, de regreso a España en olor de multitudes, Rajoy tendrá los bemoles para echarle el guante en la frontera y llevarlo derechito a la cárcel. Un efecto doble, como vemos, y que prueba, una vez más, lo que dije la pasada semana, que se equivocó gravemente convocando unos comicios tan