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Mostrando entradas de marzo, 2015

LA TRAGEDIA DE LOS ALPES

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            Nadie excepto el estrecho círculo de sus colegas, amigos, novia y familia lo conocía. Se trataba de un chico alemán de veintisiete años, Andreas Lubitz, que, a base de esfuerzo y tesón, había logrado hacer realidad su viejo sueño de ser piloto de una gran compañía aérea, la Lufthansa.             Y he aquí que, de repente, su nombre saltaba a la fama el 26 de marzo, un salto la mar de desdichado, un salto que ha estremecido al mundo, demasiado acostumbrado, por lo demás, a sobresaltos y tragedias casi diarias. Pero es evidente que aquí, como en otros aspectos de la vida, todo parece conjurarse para llevarnos más allá de lo puramente imaginable.            Desde el desastre de las Torres Gemelas, el ansia febril, y lógica, de establecer medidas de seguridad se convirtió en una constante a menudo obsesiva, hasta ese punto la amenaza terrorista está ahí, latente, en cualquier lugar y a cualquier hora.   Mas ¿quién podía prever que la amenaza sur

LA BARBARIE QUE NO CESA

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            El yihadismo prosigue su guerra sembrando el terror con su indiscriminado uso de los atentados que, como bien sabemos, pueden producirse en cualquier momento y en cualquier lugar. Lo ocurrido esta pasada semana en la capital de Túnez con el ataque por parte de dos fanáticos al Parlamento y el consiguiente asalto al Museo del Bardo donde la emprendieron a tiros con los grupos de turistas, produciendo una veintena de muertos, dos de ellos españoles, no es sino un paso más en el imparable rosario de atentados.             Nunca el terrorismo había llegado tan lejos en su eficacia asesina. Ya no hay nación del mundo que pueda sentirse exenta del peligro inminente. El problema es que, en el caso de Túnez, el objetivo estaba perfectamente fijado de antemano: se trataba, como es notorio, de asestar un duro golpe al único país del norte de África en que la Primavera Árabe dio sus frutos, permitiendo la instauración de una incipiente democracia. Asestando el golp

EL DESASTRE DEL EBRO

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            Circula por la red un escrito de una conocida personalidad albaceteña lamentándose amargamente de “que no se haya desarrollado hasta ahora un adecuado y eficaz plan hidrológico que impida ahogarse a los ribereños del Ebro y permita que el caudal sobrante llegue al Sur, donde tanta agua falta”. “Es ilógico imaginar –concluye– que unos se ahoguen mientras otros demandan utilizar el agua que sobra”.             No se puede decir más con menos palabras, mi querido amigo. La verdad sólo tiene un camino, y ese camino, aquí, una vez más, se ha visto desbordado por la terquedad de los que ven España con ojos provincianos y mirada gallinácea, en vez de elevar las miras por encima de las altas cumbres pirenáicas, y ver el mundo, su mundo, con mirada cosmopolita y absolutamente exenta de prejuicios.             Siempre envidié a los británicos, quienes, en un arranque de grandeza, supieron salir del submundo en el que habían vivido sus antepasados en el M

EN OLOR DE SANTIDAD

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              Me pide el cuerpo, y de qué manera, hoy hacer un elogio a esos grandes hombres, con madera de santos, que trabajan silenciosamente, sembrando amor, soportando la indiferencia de muchos, pero fieles a su verdad. Seres que sustentan esta sociedad voluble impidiendo que se hunda en sus propias miserias.             Consagrar su vida al servicio de los demás en nombre de Dios es algo que ya muy pocos hoy día son capaces de hacer por culpa de un estilo de vida marcadamente egoísta y procaz. Y, sin embargo, los sigue habiendo, y ya no sólo esos misioneros que dejan su país para vivir una vida heroica en países dejados de la mano de Dios, sino también otros que viven en medio de nosotros, en nuestros pueblos y aldeas, como humildes párrocos, cimentando el grupo social en medio del que se mueven. Labor ingrata, a veces, silenciosa, callada, pero hermosa e imprescindible en una sociedad llena de problemas, de soledades y de indiferencias.          

PROMESAS Y REALIDADES

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            A Mariano Rajoy, al parecer, le salen las cuentas, o eso al menos es lo que dice, y, satisfecho y autocomplaciente, da en sacar pecho aprovechando que España crece, sí, crece, pero crece gracias a la merma de las plantillas de las empresas y gracias a los progresivos recortes de los salarios de la clase trabajadora. Ésa y no otra es la realidad. Nos han devaluado, a nosotros y a nuestro trabajo, con respecto a Europa, han devaluado nuestras pensiones, en tanto que nuestros desempleados se desesperan porque no hay sitio donde hallar un empleo, y nuestros jóvenes lamentan su terrible sino.             ¿Qué ocurre aquí? ¿Quién edulcora las cifras y quién dice la verdad? ¿Quién fantasea y quién ve la realidad a pie de obra? El bochornoso espectáculo –una vez más– del debate del estado de la nación ha vuelto a ser el circo de siempre en el que, salvo las honestas minorías, los demás se limitan a hacer el numerito, defendiendo sus trincheras, y, como en la batalla de Ver