HACIA UN NUEVO MODELO TERRITORIAL
No es causal que en las últimas
semanas dos países fundamentales en la estructura de la Unión Europea –Italia y
Francia– hayan decidido, por iniciativa de sus respectivos primeros ministros,
Matteo Renzi y Manuel Valls, realizar una contundente reforma territorial,
reduciendo a la mitad las regiones y simplificando contundentemente el mapa de
sus respectivos países.
La época de las vacas gordas hace
tiempo que pasó y todo denota que la brutal crisis que venimos sufriendo desde
hace cinco años no va a pasar de la noche a la mañana, sino que, antes bien,
hay que estar preparados para nuevas posibles contingencias provocadas por los
que, desde las sombras, andan manipulando el sistema económico mundial con el
objetivo de enriquecerse sin medida a costa de los trabajadores y las clases
medias.
Se trata, esencialmente, y así lo
han reconocido Renzi y Valls, de reducir la desbocada deuda de sus respectivos
países, auténtico mal endémico que muy bien pudiera generar otro cataclismo
como el que estamos viviendo. Una deuda que, como es sabido, también en España
ha alcanzado límites insoportables, sin que nada ni nadie pueda detenerla, habida
cuenta, esencialmente, de las cargas que soporta el Estado y, particularmente,
del modelo territorial impuesto con el Estado autonómico y la creación de
diecisiete mini Estados con reduplicación de funciones y funcionarios y con
auténticas legiones de políticos que viven a costa del erario público: un
desastre.
No hay más remedio, pues, que
simplificar el modelo, cosa que en España se está retrasando excesivamente por
miedo, pienso, a que aumenten aún más las tremendas cifras del paro. Pero la
realidad es así de sangrante y esperemos que el ejemplo de nuestros vecinos
mueva a Rajoy a hacer lo propio. Hay, en primer lugar, que reducir
considerablemente el número de municipios, aunando ayuntamientos y
simplificando el modelo, y, por supuesto, reforzando los que queden hasta
erigirse, como ocurre en Francia, con las comunas, en auténticos bastiones.
Hay que replantear el papel de las
Diputaciones, que sólo se salvarán de reducirse, como es de esperar, el número
de comunidades autónomas, reducción imprescindible para controlar el gasto. La
vieja fórmula del “café para todos”, si bien durante algún tiempo resultó
beneficiosa, con el tiempo ha resultado un lastre debido, sobre todo, al
engrosamiento de lo que era una simple unidad territorial a un Estado tipo
Luxemburgo. Faltó mesura, y sobró engreimiento, echando cada cual la casa por
la ventana.
Hoy, en vista del inmovilismo del
Gobierno del PP frente al tsunami que viene de Cataluña, Rubalcaba y el PSOE
abogan por una reforma del Estado, convirtiéndolo en un modelo federal para así
tratar de conformar, por más que todo parezca que es demasiado tarde, a los
catalanes. El problema es configurar dicho modelo, evitando incurrir en nuevos
males: ¿se imaginan ustedes comunidades como la Rioja, Murcia, Canarias,
Baleares o Cantabria convertidas en Estados? Ante semejante dislate, imagino
que, como ya he leído en alguna parte, se trataría de otorgar el estatuto de
Estado confederado a Cataluña y a Euskadi, en tanto que el resto de España
constituiría un ente unido, y las comunidades que la conforman, simplificadas,
desde luego, puras entidades para ayudar a la gestión desde Madrid, acabando de
una vez con la locura de diecisiete sanidades, diecisiete programas educativos,
etc. El objetivo se llama austeridad, pero también eficacia. Y, de paso, evitar
el desmembramiento de España.
Juan Bravo Castillo.
Domingo, 13 de abril de 2014
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