RESCATAR TAMBIÉN A LOS DÉBILES


            El informe presentado el pasado jueves por Cáritas no ha hecho más que hacer saltar unas luces rojas de alarma que ya hacía tiempo que estaban encendidas. España, por si acaso no lo saben, es el segundo país de la Unión Europea con mayor índice de pobreza infantil, superada sólo por Rumanía. Por lo demás, sabemos que un millón y medio de hogares españoles padecen ya de exclusión social severa (un 69,8% más que en 2007, ya que, para entonces, “sólo” había 914.000 hogares dejados de la mano de Dios). Una situación que afecta ya a 5.080.000 personas en nuestro país (un 82% más que en 2007). Para esto nos ha servido pasar a formar parte de la Europa floreciente que, dentro de dos meses, se dispone a renovar esa parodia de Parlamento de Estrasburgo, magnífico cementerio de elefantes para políticos venidos a menos.
        Datos tan abrumadores como los expuestos por Cáritas y la Fundación Foessa muestran cada vez más a las claras que la terrible crisis, que el Partido Popular se empeña en declarar cerrada, que venimos soportando, más que un castigo severo con la que pagamos la irresponsabilidad de políticos y banqueros nefastos, es un plan perfectamente urdido desde determinados despachos por mentes sibilinas para dar un golpe seco en la cerviz del trabajador y acabar con las conquistas sociales ganadas a pulso durante décadas a base de esfuerzo y sacrificio.
        Pero, prueba de que se les ha ido la mano es que tan retorcidas maniobras macroeconómicas han tenido consecuencias imprevisibles, ya que no solamente han logrado los fines perseguidos, es decir, la reducción de los salarios en más de un veinticinco por ciento, sino también, y eso es lo peor, que los más pobres han terminado transfiriendo sus escasas riquezas a los más ricos, abriéndose el “decalage” entre ambos hasta extremos inauditos, en tanto que ese poderoso colchón que constituía la clase media se va reduciendo progresivamente hasta límites más que alarmantes.
     No hay día en que no nos desayunemos con una declaración de algún portavoz del PP anunciando machaconamente que “lo peor ha pasado”, “que empezamos a superar la crisis”, “que pronto se empezará a crear empleo en serio”, etc., cuando la realidad, la amarga realidad es que aquí lo único que engrosa es la cuenta corriente de los poderosos que, con unos trabajadores amedrentados y domesticados, exportan más que nunca a costa de salarios de hambre, y día a día vemos cómo de los seis millones de desempleados, un porcentaje cada vez mayor se queda sin recursos y agarrándose desesperadamente a lo que pueden.
         La injusticia crece de una manera imparable: los países ricos del norte de la Unión Europea no quieren saber nada de los del sur; y los ricos del sur no quieren saber nada de los nuevos miserables que decía Víctor Hugo. La única esperanza, además de Cáritas y alguna que otra organización similar, es el Estado, pero nuestros políticos, muy orondos ellos, prefieren rescatar a las entidades bancarias, y ahora, según todo amenaza, a las autopistas en quiebra, antes que dedicar sus esfuerzos a rescatar a las personas necesitadas. Porque lo más trágico es que mientras se dedicaron cuarenta mil millones de euros a sanear las saqueadas Cajas –cuyos responsables siguen “de rositas” para vergüenza nuestra–, ni siquiera se plantea el hecho de que con 2.600 millones de euros se podría erradicar la miseria, o sea, menos de lo necesario para rescatar las deudas de los que se lanzaron a construir autopistas y les falló el ojo. Todo esto muestra hasta qué punto el Estado que fuera del bienestar ha entrado en barrena por falta de sensibilidad e inteligencia, y olvidando que “el que siembra vientos recoge tempestades”.


                             Juan Bravo Castillo. Domingo, 30 de marzo de 2014     

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