EL DESCRÉDITO DE LA CLASE POLÍTICA

 

            A la luz de los resultados del estudio de Metroscopia para El País sobre el grado de aprobación ciudadana de instituciones y grupos sociales, no puede uno menos de preguntarse qué ha podido ocurrir para que tres instituciones claves en la estructura de un país, como son los partidos políticos, el Parlamento y los bancos, y un grupo social – los políticos– copen espectacularmente la cola de dicha encuesta, demostrando hasta qué punto se han ganado a pulso la antipatía, el desdén, cuando no el odio de la ciudadanía.
            Hay algo fundamental en la vida para quienes pretenden hacerse respetar y considerar, y es el ejemplo, el buen ejemplo, claro, y ahí es justamente donde los políticos han fallado estrepitosamente, llevando a España a la ruina, fallos tanto más sorprendentes cuanto que los encargados de tomar las grandes decisiones contaban con multitud de consejeros y asesores considerablemente remunerados.
            ¿Qué demuestra esto? 1º Que el ámbito de la política ha sido invadido por hordas de oportunistas dispuestos, como Zaplana, a hacerse ricos a costa de lo que sea; hordas que han terminado arrinconando a aquellos que, en buena lid, se inscribían en un partido con el objetivo de servir –no de servirse– al pueblo durante unos años, y luego retomar su profesión. Una invasión en la que ha tenido mucho que ver el hecho de que la política es el único ámbito donde no se exige carrera ni aptitudes ni oposiciones, ni siquiera, como en otras épocas, avales dignos de tal nombre.
            2º Que los partidos políticos se han convertido en máquinas de poder y no de servicio al ciudadano, con el convencimiento de que domeñando a los medios de comunicación –el único estamento al que verdaderamente temen– tienen asegurado el voto para perpetuarse en el machito, y, contando, por supuesto, con la ayuda del poder judicial para que los saque de apuros cada vez que incurran en un delito.
            De ahí que mucho me temo que la caída vertiginosa de su prestigio social que supone para ellos esta encuesta les importe poco menos que un bledo. Ya se sabe aquello de “ande yo caliente y ríase la gente”. ¿O creen acaso que van a hacer algo para evitarlo? Que se lo digan, si no, a la cúpula del PSOE en Madrid o en provincias, dispuestos a que la tierra se hunda a su alrededor con tal de que ellos sigan mandando.
            Por fortuna la gente que ora et labora cada vez se deja menos camelar por esta banda de ilusionistas. Buen ejemplo lo tenemos en que, en dicho Barómetro, los lugares preeminentes sean copados por auténticos profesionales: los científicos, los médicos, los profesores de la enseñanza pública, o por las sufridas pequeñas y medianas empresas.
            Gran ironía del destino, como muy bien me comentaba mi amigo, el catedrático  Jorge Laborda, que los investigadores ocupen el primer lugar del ranking ahora que no tienen ni un euro para investigar. ¿Qué no harían y qué puesto no ocuparían de tener una subvención digna? Se saldrían del cuadro, bien seguro. Lo mismo podríamos decir de los médicos, de los profesores, tan duramente castigados por los recortes, y no digamos de las sufridas PYMES.
            Así, amigos, se escribe la historia, en la cola de la consideración pública los banqueros y políticos, que desde que empezó la crisis campan, incólumes, por sus respetos. A la cabeza los que, golpe a golpe y verso a verso, ven mermadas su capacidad de acción y su dignidad profesional por la forma en que un Gobierno desconsiderado y torpe se ha cebado con ellos, haciendo recaer sobre sus hombros gran parte de la carga de unos recortes que nos retrotraen inexorablemente a épocas antediluvianas.

                                      Juan Bravo Castillo. Domingo, 6 de enero de 2013

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