DESPUÉS DE LA TEMPESTAD
Tras quince días de ajetreo, inútil para unos, fructífero para otros, llegó el momento de recoger frutos y calabazas, y, como de costumbre, todos, incluso los de la pedrea, se muestran ganadores y satisfechos, por más que, a estas horas ya sean muchos los que se saben condenados. Tal es el juego de la política: nunca reconocer que el torbellino te va a engullir inexorablemente porque así lo dicen todas las encuestas; y nunca reconocer que tu ciclo se ha acabado. Día de reseca electoral en el que las cosas ya no son como fueran antaño tras el severísimo toque de atención que ha cambiado la faz de la política española, por más que los dos grandes partidos hayan luchado hasta la extenuación por seguir manteniendo el tipo. Nada sé ni nada quiero aventurar, en el instante en que escribo estas líneas, de los resultados que se habrán producido, pero de lo que no me cabe la menor duda es que, a partir de este momento, la palabra a seguir será “pactos”, palabra