QUEBRAR ALBORES
Durante siglos el Quijote – de cuya segunda parte celebramos este año el cuarto centenario– ha hecho correr auténticos ríos de tinta, sin contar el número infinito de influencias, más o menos claras, más o menos veladas, en innumerables escritores y obras a lo largo de cuatrocientos años. De simple novela cómica y epopeya burlesca, el libro, a raíz de determinadas lecturas menos superficiales, empezó a ser considerado un auténtico vivero ideológico, susceptible de múltiples enfoques. Hasta tal punto estamos ante la novela matriz de la literatura moderna, que hace algún tiempo el prestigioso crítico norteamericano Lionel Trilling mantenía la tesis de que toda obra de ficción en prosa es, en gran medida, una variante del tema de Don Quijote. Tesis que no hacía sino dar más lustre a lo afirmado ya por Milan Kundera, en 1986, cuando escribía que el novelista no tiene que rendir cuentas a na