LA CAÍDA DE UN MITO DE BARRO
Tan sólo los barones, la maquinaria del PSOE y la propia Susana Díaz se empecinaron en ignorar la opinión de unas bases hartas de dejarse manipular. Cuarenta años imponiendo unos cuantos sus leyes a los militantes: éste vale, éste no, éste es potable, éste no, éste es un crítico, éste es dócil. Y siempre los mismos manejando los hilos entre bambalinas. Así un año y otro y otro. La cuerda se tenía que romper tras años y años tensándola. Y al final se rompió. Había que avalar a doña Susana porque ella era la ungida, la lozana andaluza; había que machacar a Pedro Sánchez, al díscolo Sánchez, al apestado Sánchez, porque previamente había sido condenado por la cúpula y, sobre todo, por la propia Susana Díaz, “éste no vale, pero nos vale”. Esta dama, la favorita, el invento de Griñán, fuerte, astuta y ambiciosa, creía, como el Caudillo, tenerlo todo atado y bien atado, con el apoyo de Felipe, de Guerra y compañía, pero se olvidó de lo esencial,