ESCALADA VERBAL
Si yo fuera Rajoy me cuidaría muy bien de medir mi lenguaje o el de mis allegados –véanse los casos de Rafael Hernando, de Casado, o incluso del propio ministro Fernández Díaz– en lo referente a la cuestión catalana. Cada vez que abren la boca, aumenta de forma alarmante el número de independentistas. Oponer pura y simplemente la ley y hasta amagar con la posible aplicación del artículo 155 de la Constitución y la consiguiente suspensión de dicha autonomía, significa el tan temido choque de trenes. Es simplemente caer en su juego victimista y provocador. Pensemos que el plan del astuto Junqueras, alma mater de esta conjura catalanista, es precisamente ése: provocar; dejar, o más bien propiciar, que el Gobierno siga metiendo miedo para de ese modo ir recobrando los votos que, a lo largo de estos últimos meses de recuperación económica, los independentistas han ido perdiendo. Se trata, para ellos, de caldear el ambiente, con palabras o con gestos –com