DE PRIVILEGIOS, AFORADOS, INDULTOS Y DEMÁS EXCESOS
Me comenta mi alumno Manuari Moufat que le asombran esas prisas locas por aforar al rey saliente. Manuari es tahitiano, de Bora Bora, y se echa las manos a la cabeza cuando le digo que en España andamos por los diez mil aforados. Estáis locos, o sois un país de delincuentes. Yo trato de calmarlo, pero su reacción airada me da que pensar. Qué pasa en este país donde hace falta ser algo más que un ingenuo para creerse aquello de que todos somos iguales ante la ley. Posiblemente eso fuera antes de Viriato, o antes de que al astuto de turno se le ocurriera aquello que decía Jean-Jacques Rousseau de acotar una tierra, proclamar que aquello era suyo y encontrar gente lo bastante crédula para creérselo. Mucho tiene que correr un númida para pillar a un romano, y en ese aspecto los númidas somos el hatajo de crédulos que asistimos con paciencia al constante desafuero en que se ha convertido este país llamado España. Si echamos un vistazo sobre nuestro