POBREZA E INFANCIA
No sé si el estado de bienestar se está cuarteando, o si amenaza ruina; mas de lo que no cabe la menor duda es que las cifras de pobreza –números cantan– crecen alarmantemente, con datos abrumadores. Las luces de alarma se han encendido y la última cifra hecha pública por la directora ejecutiva de UNICEF, Paloma Escudero, provoca escalofríos. Ya sabíamos que las víctimas por excelencia de este drama que estamos viviendo eran los ancianos y los parados de larga duración. Cosa dolorosa. Pero, más aún, el dato recién anunciado por la señora Escudero de los 4,2 millones de niños que ya están en el umbral de la pobreza en España. Esto significa un retorno a los años de la posguerra –hay que ver el poco tiempo que exige destruir lo que tantos años se tardó en levantar–, con la particularidad de que, en aquellos durísimos años, la economía rural al menos permitía granjearse, mal que bien, un mendrugo de pan, un trozo de sandía o cualquier manzana. Hoy, en c