LA DEUDA ESPAÑOLA
Nuestros políticos, como Emma Bovary, se permitieron todos los antojos imaginables, secundados por los banqueros. Uno, en su pequeñez, siempre participó del dogma de que endeudarse, para los pobres y las clases medias, era el único recurso de adquirir algún bien de consumo, y como tal pasé por el aro, adquiriendo, como tantos y tantos, piso y coche a precio de préstamo, o sea, casi dos tercios más de su valor. Y, como es natural, uno, también en su ignorancia, disculpable por supuesto, también veía bien que papá Estado, si quería fomentar el progreso, también tenía que hacerlo en vista de que hace mucho tiempo que dejamos de ser un país rico. Había, bien es cierto, indicios, de un tiempo acá, de que el caballo andaba desembocado, de que estábamos echando la casa por la ventana, con un país levantado de norte a sur y perennemente en obras, con políticos que tiraban de chequera a todo tren, con un despilfarro descarado que a me