LA ESTACA


           

               Días de sufrimiento para Cataluña anuncia el diputado de Junts Pel Sí Lluis Llach, el viejo juglar que tanto nos hizo estremecer en los tiempos de la dictadura franquista con sus cançonetas, L´Estaca y La Gallineta. “Si jo l´estiro fort per aquí / i tu l´estires fort per allà, /  segur que tomba, tomba, tomba, / i ens podrem alliberar”. Han tenido que pasar casi cincuenta años para que veamos lo que realmente entrañaba su mensaje: no se trataba de liberarnos de la dictadura franquista, sino de la dictadura de España sobre Cataluña. ¡Qué horror!
            ¡Qué bien ha guardado su secreto durante casi medio siglo! ¡Qué pecado habrá cometido el Gobierno central durante estos últimos veinte años para que a tantos ciudadanos honorables de Cataluña les haya salido el cuerno del Rinoceronte de Ionesco, ese cuerno que conlleva el veneno de la intolerancia, de la prepotencia y, en una palabra, del más atroz de los vicios: el del fanatismo.
            Un hombre de rostro afable, cordial, transmisor de mensajes de amor y amistad, siempre de regreso de Ítaca, convertido, por obra y gracia de la ceguera nacionalista, en otro gran inquisidor, que, en vez de anunciar la libertad, proclama el sufrimiento como fuente de emancipación.
            Lluis Llac aspira a situar a los funcionarios de Cataluña –de la misma forma que hicieran los cuatro generales golpistas en el 36 con los militares de España– en una encrucijada sangrienta: o conmigo o con el diablo, y atente a las consecuencias. Para eso sirvió la Constitución Española de 1978, fuente de libertades, para que individuos de esta ralea pretendan imponer su santa voluntad. Es evidente que todas las doctrinas acaban degenerando, e incluso pudriéndose, ocurrió incluso con el cristianismo, pero a los extremos que está llegando el proceso soberanista iniciado por Artur Mas y a punto de concluir, con todas sus consecuencias, Carles Puigdemont, no tiene parangón en la Europa moderna.
            Que yo, mosso d´Esquadra, o funcionario catalán del nivel que sea, me vea obligado el día del golpe, digamos, de Estado, a punto de producirse, a obedecer ciegamente los dictados de la Generalitat, en vez de los del Estado Español que es quien da la potestad a esta comunidad a llevar a cabo sus diferentes políticas, entre ellas la más importante, la de pagar a los funcionarios, tiene bemoles.
            Creo sinceramente que, en los que se refiere a Rajoy, se ha pecado en exceso de permisividad, dejándolo todo en manos de los jueces, con los resultados que vemos: un intento de implicación general para que, llegado el momento, nadie se deje intimidar. Es lo que ocurre con los gobiernos débiles, agobiados por las corruptelas y los chanchullos, como el Partido  Popular.
            A nadie con dos dedos de frente se le oculta que, coaccionada por la CUP, la Generalitat, una vez aprobada lo que ha dado en llamar –y que por eufemismos no quede– la “ley de transitoriedad jurídica”, otra patraña más que añadir a las muchas que viene perpetrando el Palament catalán, el día menos pensado se dará luz verde al procès con todas las consecuencias.
            Hay problemas, señor Rajoy, que, contra su habitual creencia, no los soluciona el tiempo, sino que, antes bien, los pudre hasta límites insospechados, vea, si no, el caso de este juglar, que ha decidido sacar la estaca contra el viejo opresor castellano. Que Europa, no toda por cierto, nos ampare no es suficiente: en momentos clave hay que dar la cara antes que te la partan, y el riesgo aquí es enorme.

                Juan Bravo Castillo. Lunes, 1 de mayo de 2017




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