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Mostrando entradas de septiembre, 2016

COMPETITIVIDAD

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    Anuncia el Banco Popular la próxima reducción de hasta 3.000 empleados y el cierre de hasta 300 oficinas… Y eso que el negocio va viento en popa y respaldado por el Gobierno. Se dice asimismo que la nueva ola de reducciones de oficinas y plantillas de la banca española no ha hecho más que empezar.     A eso lo llaman competitividad, pero los hay que preferimos denominarlo otra cosa, como es ir inexorablemente hacia la mecanización. Lejos quedó aquella gran mentira de que un banco trataba de “dar servicio”. Por favor… El objetivo es claramente “ganar dinero” para distribuirlo entre unos señores que viven de “no dar un palo al agua”, que decía el Salustiano.     Cada vez que voy a mi banco, un señor “muy amable” se empeña en que me dirija a la máquina y, por más que le digo que estoy chapado a la antigua y soy de los que aún van al banco a buscar algo de calor humano y encontrarme acaso con un amigo con quien tomar un café, él porfía en su empeño. Lo tiene claro; quiere, por orden

PROVERBIOS AL USO

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            Tan delirante época como la que estamos viviendo, exige un nuevo aparato proverbial que resuma, con nuestro rico lenguaje castellano, la desidia de esta clase política que nos ha tocado en suerte, y no sólo en España, que conste…             Los últimos acontecimientos vividos, concretamente, podrían resumirse en unas cuantas frases lapidarias: “Contigo o sin ti –debería haberle dicho Rajoy a Rivera– seguiremos fieles a nuestro ideario”. Ya lo dijo Fraga: “La calle es mía”, a lo que, haciéndose eco Rajoy, añade: “Y el Estado, como el rey Sol, soy yo”; a lo cual, Rita Barberá puntualiza: “Y con mi sillón hago lo que me viene en gana”.             Y es que es tan difícil cambiar (o al menos enderezar el rumbo) cuando uno está acostumbrado(a) a que todos se dobleguen a su paso, a la palmadita en la espalda y al lameculeo generalizado. Más allá de los anhelos democráticos, en la política española impera e imperará el Dedo (dedo acusador, dedo ame

EL CAOS EDUCATIVO

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            Lo que tiene la vida: mientras el ex ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert –causante del mayor estropicio educativo de toda la Historia de España–, disfruta en la actualidad, gracias al milagro de las puertas giratorias, de la perfecta sinecura en París, con su nuevo amor, como diplomático en la OCDE, el nuevo curso escolar se inicia con las más negras perspectivas que imaginarse pueda, en medio de la irritación y el desasosiego de docentes y alumnos.             Así ocurrió siempre: uno da un mal paso y el alud que provoca lo pagamos todos. Nunca un ministro estuvo tan mal considerado en las encuestas como Wert; cosa que evidentemente nunca le importó, con esa prepotencia que exhibía en sus actos y ese empecinamiento diabólico de llevar a cabo una Ley educativa que, todos menos él, sabían retrógrada. Pero él, erre que erre, siguió adelante, y sin ningún tipo de consenso, y a sabiendas del caos que iba a suponer implantar

¿ADÓNDE FUE EL ESPÍRITU DE LA TRANSICIÓN?

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                                                             El verano declina, pero ni llega la lluvia ni los mínimos acuerdos para conformar un gobierno estable que impida unas terceras elecciones con las que sin duda nos convertiríamos un poco en el hazmerreír de Europa, un poco más, claro.             Allí donde debió constituirse una mesa negociadora entre los partidos constitucionalistas, a finales de junio, para hacer una España nueva, todo se quedó, una vez más, en desplantes, tiranteces, prepotencias y descalificaciones. Y así seguimos, mientras el pueblo, los votantes, se preguntan ya sin tapujos ¿qué hemos hecho nosotros para merecer esto?             Y lo peor de todo, es que, dejando a un lado los intentos de consenso de Ciudadanos, algo parece oler a podrido entre los líderes de los principales partidos, un olor a podrido que se acrecienta desde aquel aciago debate televisivo de diciembre del pasado año; una aversión personal traducida en