LA JAULA DE LOS GRILLOS
Se veía venir el acoso y derribo de
Pedro Sánchez. No cabe duda que les había salido rana a quienes lo eligieron
simplemente como una forma de impedir que el vasco Madina accediera al poder,
en espera de preparar el desembarco de la lideresa Susana Díaz con su séquito
andaluz salvador de la patria, como cuando Carlos V llegó a España rodeado de
flamencos.
Se veía venir porque, a diferencia
de lo que ocurría antaño en el Partido Socialista, aquí hablaba hasta mi
abuela, con perdón. Ansias de protagonismo desaforado por parte de barones,
baronesas, secretarios, secretarias y militantes de todos los pelajes
imaginables. Individuos que aseguran trabajar por España y por el socialismo,
pero que se les ve a la legua que han hecho de la política un modus vivendi, y por lo único que luchan
es por su sillón y por evitar caer en desgracia. Ver a la señora Micaela
Navarro durante meses a la derecha de Pedro Sánchez y faltarle tiempo para, de
miércoles a jueves –en horas veinticuatro–, pasar a situarse, sin pizca de
vergüenza, a la derecha de Susana Díaz. ¡Qué jeta! ¡Qué grandísima jeta! Y ¡qué
vergüenza!
¡Qué lejos esta chusma de los
tiempos del verdadero socialismo, cuando todavía el virus de la traición y la
mentira no se había instalado en los órganos de tanto trepa! Durante años, lo
sagrado fue el respeto a la norma; los trapos sucios se lavaban en casa, y el
silencio se imponía. Hablaba quien tenía que hablar, y los demás callaban por
disciplina, incluso si le pisaban el cuello. La unidad por encima de todo.
Desgraciadamente, estos días,
incluso los que imponían disciplina, silencio y jerarquía, han sido los
primeros que, en vez de dar ejemplo, se han saltado las normas a la torera,
soltando por su boca lo que no está escrito. Aquí cada cual se ha creído el
centro del mundo. Aquí ha faltado liderazgo y autoridad. Los resultados a la
vista están.
Lo ocurrido el pasado 28 de septiembre,
día de la desidia socialista, es algo que sin duda ha hecho removerse en su
tumba los huesos de Pablo Iglesias (el de verdad). Ni siquiera Felipe González
ha sabido guardar las formas, abriendo personalmente la caja de Pandora, para
cachondeito de Rajoy y del ínclito Pablo Manuel Iglesias, que ya se disponen a
sacar tajada con mayúscula por ambas vertientes.
Y uno se pregunta, ¿quién está
detrás de todo esto? ¿Quién está empeñado en que Rajoy y el PP sigan gobernando
cuatro años más España hasta su ruptura con Cataluña? ¿No tuvimos bastante con
la terrible derrota que sufrió la izquierda en la guerra civil por su
parcelación frente al monolitismo de la derecha, unida siempre en lo esencial?
El PSOE ha reventado con toda su
larga historia detrás, consecuencia de tantos y tantos errores acumulados a lo
largo de estos últimos veinte años de prepotencia y falta de revisionismo. La
desbandada se ha producido, y como siempre que eso ocurre, las ratas son las
primeras en abandonar las sentinas del navío para buscar una nueva ubicación
que les permita seguir aferradas a la ubre. Es la política, dirán algunos. Es,
en efecto, la política; y ésa es la razón por la que los mejores se quedan al
margen. Pero, ¿era preciso, me pregunto, dar este bochornoso espectáculo con un
secretario general elegido por amplísimo margen meses atrás? Esta pasión y
muerte de Sánchez y los suyos, no lo duden, dejará huella, y la factura la
pagarán los de siempre: los que esperan en vano hallar filantropía e
inteligencia en una izquierda capaz de reducir el “decalage” entre las clases
sociales, justo lo contrario que vienen haciendo los palabreros de turno.
Juan Bravo
Castillo. Lunes, 3 de octubre de 2016
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